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Anastasio Ovejero Bernal
les, regocijo y dolor, ansiedad y alivio, altruismo y celos coexisten en una
confusión de sentimientos». Por su parte, Stenberg (1988) ve el amor como
un triángulo, cuyos tres vértices son pasión, intimidad y compromiso.
Por otra parte, uno de los principales problemas a la hora de estudiar
el amor probablemente estriba en el propio lenguaje utilizado que denomina amor a cosas tan diferentes como, por no poner sino sólo tres ejemplos, el amor apasionado, el amor a los padres o el amor al trabajo. Incluso
dentro del «amor» en sentido estricto habría que distinguir, para comenzar
a clarificar las cosas, el amor como actitud (atracción), el amor como emoción (pasión) e incluso el amor como conducta, donde quedaría reducido a
meros comportamientos o respuestas ante el otro. En todo caso, cuando
nos enamoramos sentimos un intenso deseo de unión con nuestra pareja
que se refleja cognitiva, emocional y conductualmente, lo que explica los
tres tipos de elementos que componen el amor pasional (Fuertes, 1993):
Componentes cognitivos (fantasías respecto a lo maravillosa que sería la vida
con la persona amada; incertidumbre respecto a la posibilidad de conseguir
o no lo que se desea; preocupación por la persona amada; idealización y
sobrevaloración del otro; deseo de conocer al otro y ser conocido por él;
facilidad para imaginar, fantasear y explicar la conducta de la persona
amada de forma favorable, en términos de reciprocidad; facilidad para olvidar otras preocupaciones y problemas del pasado); componentes emocionales (deseo de unión completa y permanente con el objeto amado; atracción
hacia el otro, especialmente atracción sexual; deseo de reciprocidad, de ser
correspondido, el enamorado no sólo ama, sino que también quiere ser
amado; activación fisiológica; terror a la ausencia de esperanza); y componentes conductuales (acciones encaminadas a conocer los sentimientos del
ser amado; estudio detenido de él; ofrecimiento de servicios y favores al
otro; acciones encaminadas a mantener la proximidad con el otro; alejamiento de todo aquello que no se relaciona con la persona amada).
Y empíricamente encontraron Dion y Dion (1973) que los síntomas emocionales mencionados con mayor frecuencia por 240 estudiantes universitarios de ambos sexos para expresar cómo se sentían cuando estaban enamorados, eran: euforia, depresión, soñar despierto, dificultades para dormir,
agitación e incapacidad para concentrarse. De forma similar, y trabajando
con una muestra de 679 sujetos también de ambos sexos, Kanim y colaboradores (1970) hallaron que el sentimiento más frecuente experimentado
fue el de bienestar (el 79 por 100 de los estudiantes lo mencionaron),
seguido de dificultades para concentrarse (37 por 100), «flotar sobre una
nube» (29 por 100), «ganas de correr, saltar o gritar» (22 por 100) y «atolondramiento y despreocupación» (20 por 100).
Pero tampoco podemos olvidar que «el enamoramiento y el amor están
en buena medida construidos socialmente (Averill, 1988), y como tales son,
al tiempo, reflejo y producto de una época y una sociedad determinada.
Dicho de otro modo, el sentimiento de estar enamorado debe ser aprendido por los niños durante el período de socialización, junto con lo que
significa tal sentimiento. Hay pues un conjunto de normas sociales y cul-