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Anastasio Ovejero Bernal
engaño amoroso), provocando una disminución de la energía y del entusiasmo por las actividades vitales (diversiones, placeres, etc.) y, cuanto más
se profundiza y se acerca a la depresión, más se enlentece el metabolismo
corporal.
Sin embargo, ahora que creíamos haber solucionado, a través de la biología, el problema de la existencia de las emociones, y más aún cuando
Goleman nos dice que la distinta impronta biológica propia de cada emoción evidencia que cada una de ellas desempeña un papel único en nuestro
repertorio emocional, nos deja como estábamos cuando añade que existen
algunos expertos que defienden la hipótesis de que las diferentes emociones se solapan entre sí y que, en este sentido, no existe una diferencia clara
entre ellas (véase Ekman y Davidson, 1994).
Estas predisposiciones biológicas a la acción son modeladas posteriormente por nuestras experiencias vitales y por el medio cultural en que
nos ha tocado vivir. La pérdida de un ser querido, por ejemplo, provoca
universalmente tristeza y aflicción, pero la forma en que expresamos esa
aflicción —el tipo de emociones que expresamos o que guardamos en la
intimidad— es moldeada por nuestra cultura, como también lo es, por
ejemplo, el tipo concreto de personas que entran en la categoría de «seres
queridos» y que, por tanto, deben ser llorados (Goleman, 1996, pág. 28).
3) Modelo de Marañón-Schachter: