Emociones y relaciones íntimas: la conducta amorosa
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inyección de adrenalina producía una reacción emocional completa, generalmente negativa, en la que el sujeto no sólo experimentaba los cambios
somáticos ya citados (temblores, palpitaciones, etc.), sino que además se
sentía realmente emocionado. Este trabajo de Marañón, que fue enormemente importante e influyente, hasta el punto de ser posiblemente el
artículo más citado de un autor español en la literatura científica contemporánea, lo fue por poner de manifiesto que el fenómeno emocional estaba
determinado, en gran medida, por factores situacionales y personales complejos que iban más allá de los síntomas viscerales asociados a la emoción,
y mostró que la emoción era un fenómeno que consta de dos componentes: el vegetativo y el psíquico.
Posteriormente, la psicología social norteamericana fue desarrollando
lentamente las ideas de lo que ellos mismos llaman Escuela Española,
sugiriendo ligeros cambios en el modelo: la interacción entre la emoción
psíquica y la emoción periférica (o sea, los cambios viscerales) vendría
dada no tanto, señalan los investigadores norteamericanos, por una especial predisposición de los sujetos, sino por la situación. Dicho de otra
forma, en ciertas situaciones los sujetos se pueden dejar llevar por los
síntomas corporales producidos por la inyección de adrenalina y sentirse
auténticamente emocionados. «Como se ve, lo que aportan los estudios
norteamericanos al modelo de la Escuela Española es una matización
mínima aunque muy significativa para un psicólogo social: los sujetos de
la experiencia de Marañón que sentían auténtica emoción no estaban
especialmente predispuestos por poseer unos ciertos rasgos de personalidad estables, sino que se encontraban en una situación que percibían de
forma distinta a los demás sujetos» (Fernández Dols, 1994, pág. 331).
Sin embargo, Marañón falleció en 1960 y su legado psicosocial tuvo una
nula influencia en nuestro país, pero no así en los Estados Unidos, donde
tuvo un «discípulo» destacado: el psicólogo social Stanley Schachter. De
hecho, como escribe Fernández Dols (1994, págs. 332-333), «las coincidencias entre los puntos de vista de Marañón y Schachter son llamativos.
A veces Schachter se remite a Marañón y otras no, pero sus puntos de vista
son sorprendentemente coincidentes». Así, en algunos de los más conocidos experimentos de la Psicología de la Afiliación (1959), lo que hace
Schachter es sustituir la inyección de adrenalina por una situación ansiógena (que genera por sí misma ansiedad en los sujetos) y observar, como
Marañón, la importancia del gesto de los demás en la elaboración de nuestras propias emociones. Y el clásico artículo con Singer (Schachter y Singer, 1962), no es, como afirma Fernández Dols, sino un experimento que
resume las intuiciones de Marañón en una sola situación experimental: los
efectos de la inyección de adrenalina (la emoción vegetativa de Marañón) y
la importancia del gesto emocional de los demás como un factor clave en
la determinación de la emoción psíquica, aunque Schachter y Singer formulan su hipótesis en una terminología diferente a la de Marañón, que es
la que el estudiante de psicología social se va a encontrar en la literatura
actual: ya no hablan de emoción vegetativa, sino de activación fisiológica