Test Drive | Page 90

Emociones y relaciones íntimas: la conducta amorosa 91 preponderancia del corazón sobre la cabeza en los momentos realmente cruciales. Son las emociones —afirman— las que nos permiten afrontar situaciones demasiado difíciles —el riesgo, las pérdidas irreparables, la persistencia en el logro de un objetivo a pesar de las frustraciones, la relación de pareja, la creación de una familia, etc.— como para ser resueltas exclusivamente con el intelecto. Cada emoción nos predispone de un modo diferente a la acción; cada una de ellas nos señala una dirección que, en el pasado, permitió resolver adecuadamente los innumerables desafíos a que se ha visto sometida la existencia humana (véase Ekman, 1992). En este sentido, nuestro bagaje emocional tiene un extraordinario valor de supervivencia y esta importancia se ve confirmada por el hecho de que las emociones han terminado integrándose en el sistema nervioso en forma de tendencias innatas y automáticas de nuestro corazón (Goleman, 1996, páginas 22-23). De hecho, existen centenares de emociones y muchísimas más mezclas, variaciones, mutaciones y matices diferentes entre todas ellas (Goleman, 1996, pág. 442): Ira (rabia, enojo, resentimiento, furia, exasperación, indignación, acritud, animosidad, irritabilidad, hostilidad y, en caso extremo, odio y violencia); Tristeza (aflicción, pena, desconsuelo, pesimismo, melancolía, autocompasión, soledad, desaliento, desesperación y, en caso patológico, depresión grave); Miedo (ansiedad, aprensión, temor, preocupación, consternación, inquietud, desasosiego, incertidumbre, nerviosismo, angustia, susto, terror y, en el caso de que sea psicopatológico, fobia y pánico); Alegría (felicidad, gozo, tranquilidad, contento, beatitud, deleite, diversión, dignidad, placer sensual, estremecimiento, rapto, gratificación, satisfacción, euforia, capricho, éxtasis y, en caso extremo, manía); Amor (aceptación, cordialidad, confianza, amabilidad, afinidad, devoción, adoración, enamoramiento); Sorpresa (sobresalto, asombro, desconcierto, admiración); Aversión (desprecio, desdén, displicencia, asco, antipatía, disgusto y repugnancia); Vergüenza (culpa, perplejidad, desazón, remordimiento, humillación, pesar y aflicción). Y todas ellas cumplirían unas funciones muy concretas. Así, el amor, los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso parasimpático, produciendo un estado de calma, relajación y satisfacción que favorece la convivencia. El arqueo de las cejas, que aparece en los momentos de sorpresa aumenta el campo visual y permite que penetre más luz en la retina, lo que nos proporciona más información sobre el acontecimiento inesperado, facilitando así el descubrimiento de lo que realmente ocurre y permitiendo elaborar, en consecuencia, el plan de acción más adecuado. El enojo aumenta el flujo sanguíneo a las manos, haciendo más fácil empuñar un arma o golpear a un enemigo, así como el ritmo cardíaco y la tasa de hormonas que, como la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas. Igualmente, en el caso del miedo la sangre se retira del rostro, lo que explica la palidez y la sensación de «quedarse frío», y fluye a la musculatura esquelética larga (piernas, etc.) favoreciendo así la huida. También la principal función de la tristeza consiste en ayudarnos a asimilar una pérdida irreparable (como la muerte de un ser querido o un gran des-