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88 Anastasio Ovejero Bernal asistido a películas tristes o agresivas. Más en concreto, se ha encontrado empíricamente que los estados de ánimo positivo (Páez y Carbonero, 1993, pág. 135), facilitan el aprendizaje y la ejecución así como el autocontrol y el diferir recompensas; aumentan el autorrefuerzo y las respuestas altruistas y de generosidad; influyen positivamente en la percepción y el recuerdo, incluyendo la autopercepción; aumentan la sociabilidad y el contacto social; y facilitan la persuasión. Definición de emoción y afecto: ¿existen las emociones? Empieza LeDoux (1995, pág. 209) su revisión de las bases neuronales de las emociones en el Annual Review of Psychology diciendo que «a pesar de la evidente importancia de la emoción para la existencia humana, los científicos interesados en la naturaleza humana no han sido capaces de alcanzar un acuerdo sobre lo que es la emoción y qué lugar debería ocupar en una teoría de la mente y de la conducta». En efecto, existen aún muchas dudas sobre qué es la emoción, cuántas clases de emociones hay, cómo influyen en la cognición, etc. (véase Ekman y Davidson, 1994). «Tradicionalmente hemos considerado las emociones como pasiones inherentes al individuo singular, genéricamente preparadas, con una base biológica y fundamentadas experimentalmente» (Gergen, 1996, págs. 267-268). Sin embargo, existen aún muchos interrogantes en este campo. Según Fiske y Taylor (1991), el término afecto se refiere a un fenómeno genérico e inespecífico que incluye otros fenómenos tales como preferencias, evaluaciones, estados de ánimo y emociones. Las emociones serían una forma de afecto más compleja y con una duración más precisa que un estado de ánimo y que se refieren generalmente a objetos muy determinados. «Podemos decir, entonces, que las palabras “pasión”, “emoción” y “afecto” han servido tradicionalmente, en los textos filosóficos y psicológicos, para designar aproximadamente el mismo conjunto de estados mentales» (Hansberg, 1996, pág. 12). Por su parte, Fernández Dols (1994, página 326), utiliza el término emoción para referirse a una forma de afecto compleja que implica reacciones viscerales y cognitivas, que suele ser provocada por situaciones con unas características definidas, que conlleva ciertos cursos de acción característicos y que, además, puede ser identificada, cuando la experimentamos, mediante ciertas palabras que, en nuestro lenguaje cotidiano, son nombres de emociones (para una ampliación de la perspectiva psicosocial de las emociones, véase Torregrosa, 1982; Parrott, 1992; Russell,