Las relaciones humanas como intercambio
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céntrica. Estas críticas no anulan el carácter explicativo de la teoría ni su
fecundidad a la hora de guiar la investigación de temas como la terapia
conyugal, la distribución de poder dentro de la familia o la comunicación
informal (véase Morales, 1981b) (Álvaro, 1995, págs. 46-47).
Teoría de los recursos de Foa y Foa
A través de varios trabajos, Foa y Foa (1980) tratan de subsanar una
importante carencia de la teoría del intercambio: una clasificación de las
recompensas que se ponen en juego en la interacción. Así, aceptando el
dato evidente de que las personas son interdependientes en la satisfacción
de la mayor parte de sus necesidades, Foa y Foa reconocen que psicólogos
y sociólogos estudian intercambios en donde están implicados recursos
mucho más «sutiles» (afecto, respeto, atracción, etc.) que los considerados
por los economistas (trabajo, dinero, etc.). Por otra parte, se trata de unos
recursos en que, a diferencia de los económicos, pueden ser dados o entregados a otros sin perder por ello la «cantidad» poseída (por ejemplo, el
amor): al darlos no disminuyen, lo que por fuerza le concede una dimensión diferente al intercambio.
En concreto, para estos autores existen seis clases de recursos: amor,
estatus, información, dinero, bienes y servicios, enmarcados en dos coordenadas, cuyas dos dimensiones serían: la primera, dimensión concreción versus simbolismo (bienes y servicios son concretos, estatus e información simbólicos, mientras que amor y dinero ocupan una posición intermedia: así,
regalar un objeto es una conducta concreta, mientras que sonreír es simbólica), y la segunda, particularismo versus universalismo (el dinero y los bienes son particulares mientras que el estatus y sobre todo el amor son universales, estando la información y los servicios en el punto neutro de esta
dimensión), de tal forma que los intercambios dependerían en gran medida
de la mayor o menor proximidad entre sí de estos recursos en ambas
dimensiones. Basándose en esto, Foa y Foa (1980) proponen una serie de
reglas de intercambio entre las que se encuentran las siguientes: cuantos
más recursos posea una persona tanto más probable será que los dé a
otros, y viceversa; cuanto más próximos se encuentren dos recursos, en las
dos dimensiones de que hemos hablado, más fácil será su mutuo intercambio; cuanto más próximo al amor esté un recurso, más restringido será el
campo de recursos con los que es probable que sea intercambiado; la
transmisión simultánea de amor y otro recurso aumenta el valor de este
otro recurso, o facilita su transmisión; y la probabilidad de intercambio de
amor es superior en los grupos pequeños, mientras que el dinero lo es en
las grandes. Por tanto, las ciudades grandes favorecen el intercambio de
dinero y, en general, los intercambios universalistas.