Test Drive | Page 452

Conclusión: ¿qué es la psicología social? 453 aquella época, añade Edwards, atiborrados de conocimientos de todo orden, de riquezas, de posibilidades que ni siquiera habían sido vislumbradas en épocas anteriores, pero carecían, en cambio, de la más mínima sabiduría. Séneca, con la fuerza contagiosa de su lenguaje, nos obliga a detenernos, a respirar con más calma, a reflexionar antes de actuar. Si pretendes estar en todas partes, no estarás en ninguna, nos advierte. Si aspiras a poseerlo todo, no poseerás nada: serás siempre esclavo de lo que todavía no posees. Y era muy moderno Séneca, o al menos muy útil para los tiempos actuales, porque su época era similar a la actual en muchos aspectos, épocas ambas de repliegue cultural así como de profunda desconfianza frente a las ideologías y a las sectas exóticas. En este contexto, una de las funciones de las ciencias humanas, y por tanto también de la psicología social, debería consistir en ayudar a la gente a salir de la confusión, al menos desvelando lo que se esconde tras las apariencias y desenmascarando los intereses ocultos que se esconden tras los programas de investigación científica y tras las aplicaciones tecnológicas. Pues no olvidemos que la ciencia, y en concreto la psicología social, ha estado siempre al servicio de la industria y del ejército, sobre todo en los Estados Unidos, como subraya Wexler (1983), quien añade que hoy día cumple otro papel social adicional como consecuencia de la crisis del capitalismo liberal y de la reciente inestabilidad de la cultural liberal hegemónica: creación de métodos ideológicos de negación de las contradicciones sociales. Todo ello, añade Wexler, bloquea claramente el desarrollo de una psicología social crítica, con lo que está sirviendo para apuntalar el sistema liberal en decadencia, justificando y racionalizando su contenido ideológico. Es decir, que las ciencias humanas y sociales, particularmente la psicología social, en lugar de aumentar nuestro conocimiento sobre el funcionamiento de la sociedad y sobre la funcionalidad para el sistema de muchos de sus «errores» (por ejemplo, el fenómeno del fracaso escolar), está sirviendo para aumentar y fomentar lo que Wexler llama «ignorancia social sistemática». Es decir, que en vez de servir al cambio social hacia la mejora de la sociedad, ha servido al control y a la inmovilidad social (véase Ibáñez, 1987). En este sentido, una de las funciones de la psicología social debería ser no el ocultamiento, como ha ocurrido, sino el descubrimiento de lo oculto, la revelación de que incluso la propia ciencia y las teorías psicológicas y psicosociales están al servicio de quienes detentan el poder. Un ejemplo claro lo tenemos en las teorías del intercambio cuando se aplican por ejemplo al campo laboral, donde evidentemente las relaciones no son de intercambio sino de explotación, o al campo de las relaciones tradicionales de pareja, donde tampoco existe intercambio equitativo ninguno, sino un intercambio desequilibrado en perjuicio de la mujer. Pero para ello, para hacer una psicología social liberadora y emancipatoria, nuestra disciplina debería cambiar de rumbo y, dejando atrás tanto los reduccionismos individualistas con los que ha ido identificándose a lo largo de este siglo, como su interés casi exclusivo por la predicción y el control de la conducta de los individuos, tendría que incorporarse definiti-