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Anastasio Ovejero Bernal
la religión, etc. fueron conformando la personalidad individual, pues no
olvidemos que es a través de los procesos de socialización, a través de la
interacción social en definitiva, como todos hemos pasado de ser el organismo puramente biológico que éramos al nacer a la persona que somos
ahora); y 5) perspectiva cultural, indispensable si, como hemos dicho en
repetidas ocasiones, la conducta humana está histórica y culturalmente
determinada (véase Berry y cols., 1996; Smith y Bond, 1994; Bond y
Smith, 1997; Peplau y Taylor, 1997). En mi opinión, esta perspectiva es
particularmente interesante pues permitiría conocer los límites de las leyes
del funcionamiento psicológico (la hipótesis frustración-agresión no parece
funcionar en todas las culturas; la forma de enamorarse depende del contexto cultural; existen importantes diferencias culturales en las emociones,
en cómo nos hacemos una impresión de los demás, etc.). Así, por no poner
sino sólo otro ejemplo, los estudios de Freud sobre el complejo de Edipo
no hacían sino reflejar lo que les ocurría a sus pacientes. De hecho, como
subraya el antropólogo Malinowski, los padres de familia de la Viena de los
tiempos de Freud eran muy autoritarios y no era raro, pues, que las personas mostrasen sentimientos contra sus padres, pero no por causas sexuales,
como suponía Freud. Una prueba clara de ello son los datos del propio
Malinowski obtenidos entre los Trobiands, en el Pacífico Sur, donde el jefe
disciplinario no era el padre sino el tío, el hermano de la madre. Pues bien,
examinando el contenido de los sueños de estas personas observó que dirigían su hostilidad hacia el tío, no hacia el padre. De esta manera, si el complejo de Edipo fuera cierto habría en todo caso que restringirlo a las sociedades occidentales, e incluso eso sería exagerado: habría que restringirlo a
las personas de clase media de la Viena de finales del siglo xix.
En todo caso, el concepto que tengamos de psicología social está estrechamente unido al que tenemos de hombre. Y como dice Crespo (1995), las
ciencias sociales, incluida la psicología social, están directamente vinculadas
a los modelos