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424 Anastasio Ovejero Bernal nes sucesivas. De hecho, el adicto al zapping se ha convertido en una imagen arquetípica de la posmodernidad. La idea de profundidad es ajena al «auténtico» posmoderno. Como consecuencia de todo ello es natural que también tengan que cambiar la psicología y la psicología social: porque también están cambiando sus objetos de estudio, es decir, el ser humano, sus motivaciones y sus relaciones interpersonales. Sin duda, el camino que está recorriendo el pensamiento posmoderno es un camino peligroso. Ante ello hay quienes se oponen frontalmente y proponen una vuelta atrás al racionalismo ilustrado (Gellner), hay quienes pretenden volver más atrás aún, a la época premoderna (Alan Bloom) y hay quienes, entre los que me encuentro, aceptan parte de la crítica posmoderna a la vez que niegan que el proyecto de la modernidad esté totalmente agotado. Estoy de acuerdo con Habermas (1991), en que aún merece la pena luchar por algunos objetivos de la Ilustración como la libertad, la justicia, la igualdad y la emancipación. Pero también estoy de acuerdo con los posmodernos en que, con frecuencia, como en la antigua URSS, tales objetivos no eran sino meros metarrelatos que ocultaban el deseo de poder y la falta de escrúpulos de unos pocos. La solución podría estar, como defiende Parker (en prensa), en adoptar algunas potentes críticas del posmodernismo como estrategia para profundizar en la modernidad y alcanzar más plenamente los ideales de la Ilustración. Y es que, tras el pensamiento de Nietzsche, Heidegger, Wittgenstein, y los posmodernos (Lyotard, etc.) difícilmente las cosas volverán a ser iguales que antes. Pero tampoco probablemente