El giro posmoderno y las orientaciones alternativas:…
425
Wexler y que está teniendo repercusión en otra psicología social de la educación, ya abiertamente aplicada, como es el caso de Woods y Hammersley
(1995) (véase Ovejero, 1995, 1996).
Para concluir, me gustaría señalar que probablemente muchos lectores
habrán constatado ciertas incoherencias en mi exposición, incoherencias
que sin duda tengo con respecto al posmodernismo. No olvidemos que es
la razón la que nos dice que la Razón de la Ilustración ha muerto. Y es el
corazón el que aún se niega a admitir tal muerte. Como diría Pascal, «el
corazón tiene sus razones que la razón no comprende». La razón nos dice
que, efectivamente, ya no tienen sentido los grandes relatos. Pero el corazón, al menos el de muchos, entre los que me encuentro, aún desea que
algunos de esos grandes relatos no mueran. Es más, no pocos deseamos
utilizar la potencialidad crítica del posmodernismo no para terminar con
todos los grandes relatos sino para intentar radicalizar algunos de ellos,
como es el caso de la igualdad, la libertad, la emancipación y la fraternidad.
Y es esta línea del posmodernismo, la radical y progresista, la que, creo,
debería adoptar una psicología y una psicología social que pretenda estar a
la altura de los tiempos y los cambios sociales actuales, estando, a la vez, al
servicio de la sociedad y de las personas concretas que la componen. En
definitiva, a mi modo de ver, hoy día toda psicología emancipatoria debe ser
posmoderna, pero también toda psicología posmoderna debería ser emancipadora. Por tanto, con Ibáñez (1996, págs. 337-338), tenemos que decir:
adiós a la Psicología tal y como esa gran máquina de poder que es la Universidad la ha construido, es preciso romper la imagen de la cual la psicología ha sido presa y debemos promover un cambio radical. Pero los
cambios no se hacen con proclamas, se hacen con la articulación de prácticas diferentes. Hablando, y solamente hablando, no se hace camino, se
hace camino practicando nuevas formas de hacer, no diciendo que «hay
que ser distintos» sino «siendo efectivamente distintos» en la práctica, es
así como podemos hacer de la psicología una práctica libertadora sin que
esto signifique, como se creía antes, que debamos ponerla «al servicio»
de una ideología. Para hacer de la psicología una práctica libertadora
basta con construirla en oposición a los presupuestos que hacen de ella
un arma de dominación. Ni más ni menos. El único mérito del construccionismo es que aporta elementos para avanzar en esa dirección.