422
Anastasio Ovejero Bernal
vés de unas prácticas colectivas propias de una comunidad social particular;
el segundo pone el énfasis sobre la comunicación, la argumentación y el
acuerdo interpersonal en la determinación de lo que se acepta o se rechaza
como conocimiento, no tanto «verdadero» como «adecuado» y «racionalmente aceptable», hasta que se formule otro más «convincente». «En definitiva, el conocimiento científico tiene en común con el conocimiento sin
otras adjetivaciones el hecho de nacer en el seno de la interacción social
y de construirse en el espacio de las intersubjetividad en base a las convenciones lingüísticas, a los prespuestos compartidos y a los diversos procedimientos para establecer un consenso que sólo es posible gracias a la
existencia de un mundo de significados comunes» (Ibáñez, 1990, pág.
230). De ahí la enorme importancia de la psicología social para dilucidar
la naturaleza del conocimiento científico (véase Jiménez Burillo, 1997).
Como escribía Gergen (1982, pág. 202), «en la medida en que la construcción del conocimiento es un proceso social y en que la tarea del psicólogo social consiste en comprender tales procesos... entonces el psicólogo social se torna indispensable para dilucidar las bases sobre las que
descansa el conocimiento físico, químico, histórico o económico. En este
sentido, es la investigación social más que la investigación filosófica la
que puede dilucidar nuestro entendimiento de la naturaleza del conocimiento y de sus adquisiciones». Y es que, a partir de estos presupuestos
y sobre todo a partir de las investigaciones de Kuhn en este campo, nos
será más útil la sociología y la psicología social de la ciencia que la epistemología. Por último, y siguiendo en esto a la Teoría Crítica, al socioconstruccionismo no le interesa para nada la predicción y el control,
identificándose con el interés por la comprensión y la emancipación, e
intentando elaborar teorías «generativas», es decir, teorías que tengan «la
capacidad de cuestionar las asunciones dominantes d