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Cómo percibimos a las otras personas: la cognición social 23 reguladoras de la conducta lo suficientemente claras y precisas como para no tener que preocuparnos de averiguar cómo son las otras personas que están en la situación en orden a predecir su conducta. Así, cuando acudimos a un restaurante podemos predecir con un alto grado de precisión que, sea quien sea el camarero, nos traerá una carta, anotará nuestro pedido, lo servirá y nos presentará la factura. De la misma forma, los camareros pueden predecir bastante bien cómo se comportarán los clientes sin necesidad de estudiar su personalidad. La segunda razón estriba en que muchas de las situaciones sociales son en gran medida un proceso de negociación y de influencia mutua. Imaginemos, con Morales y Moya, el caso de un profesor a quien le gusta que sus ayudantes sean pulcros y muy cuidadosos en su trabajo: a la hora de seleccionar estos ayudantes obviamente diagnosticaría si los candidatos parecen ajustarse al tipo de colaborador que él desea. Pero también es muy posible que pueda ahorrarse ese trabajo: el profesor puede haber transmitido, de forma directa o indirecta, a los aspirantes cuál es su tipo de ayudante ideal, con lo que si éstos realmente desean el puesto posiblemente se presenten a la entrevista vestidos con pulcritud y alardeando de su afán de meticulosidad. ¿Cómo nos hacemos una impresión? Como nos recuerdan Morales y Moya (1996, pág. 76), tradicionalmente en psicología social se han estudiado dos grandes temas en la percepción de personas: a) La exactitud en la percepción, o más concretamente, qué características tenían los buenos perceptores, tema que en los años 50 fue abandonado como consecuencia principalmente de la demoledora crítica metodológica realizada por Cronbach y porque no se logró mostrar cuáles eran las características de los buenos perceptores ni tan siquiera si había buenos perceptores; b) La segunda línea de investigación fue la formación de impresiones, que vino a reemplazar a la anterior, y que intentaba estudiar cómo los individuos utilizan la diferente información que reciben de una persona estímulo determinada para formarse una impresión relativamente coherente y unitaria de ella. La formación de impresiones no es sino una parte de la llamada cognición social, que es el proceso de recoger información sobre las otras personas, organizarla e interpretarla. La cognición social implica, entre otras cosas, formarse impresiones de los otros, buscar las causas de su conducta y recordar cosas sobre las otras personas. Así pues, ¿cómo nos hacemos una impresión de los demás? Solomon Asch fue el primero en dar una respuesta coherente a este interrogante, sugiriendo dos modelos posibles: a) Modelo aditivo: según este modelo, dada una serie de datos estímulo, la impresión final no será sino la suma de tales datos, de las impresiones parciales. Pero este modelo plantea un serio problema: ¿cómo resolver e integrar la información contradictoria?