Cómo percibimos a las otras personas: la cognición social
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un carácter dinámico. Generalmente, cuando percibimos a otra persona
estamos siendo también percibidos por ella. Nuestra mera presencia, el
hecho de sentirnos observados o el contexto, pueden hacer que la otra persona maneje la impresión que quiera causarnos, presentando o enfatizando
ciertas características y omitiendo otras. Además, las expectativas o percepciones respecto a la persona que percibimos influyen en nuestra conducta
hacia ella; esta conducta, a su vez, puede influir en la respuesta que la persona percibida, emita, cerrando de esta manera una especie de círculo
vicioso. Un estudio interesante que muestra esto es el de Snyder y colaboradores (1977) en el que sus sujetos, estudiantes varones, tenían que hablar
por teléfono con una chica «atractiva» con el fin de conocer algo acerca de
ella (el atractivo de la chica venía indicado por una fotografía); a otros
estudiantes les pidieron lo mismo, sólo que en este caso la chica era mucho
menos atractiva. Pues bien, encontraron que los chicos que creían que estaban hablando con chicas atractivas se mostraban más sociables, extravertidos y afectuosos que aquellos que creían que lo hacían con chicas poco
atractivas. Más interesante aún fue el resultado que mostraba en las chicas
el mismo patrón de respuesta, es decir, aquellas que hablaban con chicos
que creían que ellas eran atractivas se mostraban más sociables, afectuosas
y extravertidas. De esta manera, los chicos que hablaban con chicas
supuestamente atractivas y simpáticas acababan hablando con chicas que se
comportaban realmente así, confirmándose de esta manera sus preconcepciones iniciales.
¿Por qué necesitamos hacernos una impresión de los demás?
La percepción de las personas es un proceso claramente al servicio de
nuestras interacciones, es decir, las personas percibimos a los demás para
maximizar los efectos de nuestra interacción con ellas (Fiske, 1992), por lo
que nuestra percepción persigue diferentes objetivos que se suelen clasificar en dos grupos (Fiske, 1992, 1993; Hilton y Darley, 1991):
1) Hacer un diagnóstico o evaluación de la persona percibida: en este
caso la meta de la interacción consiste en que la percepción sea lo más
correcta posible, lo que es importante en una infinidad de situaciones cotidianas. Por ejemplo, cuando alguien es entrevistado para un trabajo. En
estas situaciones las personas por lo general ponderan todas las posibilidades con gran cuidado, intentan mirar a la persona desde diferentes perspectivas, están abiertas a tanta nueva información como les sea posible y se
preocupan por llegar a una impresión correcta. Cuatro factores facilitan el
que se dé esta situación: a) Dependencia de resultados: cuando lo que se
obtiene de la interacción social depende, de alguna manera, de la persona
percibida, entonces la motivación para percibirla correctamente es alta.
Esto ocurre tanto cuando la dependencia es positiva (por ejemplo, si el
otro tiene éxito, nosotros lo tendremos, y si el otro fracasa, nosotros fraca-