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Anastasio Ovejero Bernal
ceptivo o cognitivo: consiste en las creencias de un individuo acerca de un
objeto determinado; b) Afectivo o sentimental: se refiere a las emociones,
los sentimientos vinculados a un determinado objeto, y es lo que dota a las
actitudes de su carácter motivacional; y c) Comportamental o reactivo:
incluye toda inclinación a actuar de una manera determinada ante el objeto
de dicha actitud. En definitiva, como señala Rodríguez González (1989,
pág. 202), desde muy pronto vio la psicología social la enorme potencia del
conocimiento de las actitudes como instrumento de influencia sobre la conducta de individuos, grupos y colectividades, partiendo de lo que luego se
ha llamado postulado de congruencia; es decir, de la relación causal directa
entre actitud y conducta. Hasta tal punto cobró importancia el estudio de
las actitudes que, como ya hemos dicho, algunos autores llegan a identificarlo con la propia psicología social. Sin embargo, el concepto de actitud
ha sido también objeto de muchas críticas desde que Symonds (1927) afirmara que era totalmente superflua su utilización, ya que es un mero nombre que duplicaba el viejo término de hábito, hasta Doob (1947), quien
desde supuestos conductistas, le niega al concepto de actitud todo carácter
científico, pasando por Strauss (1945) que desde la perspectiva del Interaccionismo Simbólico y tras calificarlo como un concepto confuso y no técnico, lo rebaja a la categoría de simple instrumento del sentido común.
En todo caso, subraya Rodríguez González (1989), en psicología social,
al menos desde 1920, ha prevalecido la orientación mentalista sancionada
definitivamente por Thomas, que ya a partir de 1900 había dictado lecciones sobre actitudes sociales en el sentido que luego quedará reflejado en el
prólogo a la conocida obra que escribió junto con Znaniecki. A partir de
ahí, la psicología social, con unas u otras matizaciones, entenderá las actitudes como formas de relación de un sujeto con un objeto social. La actitud es social porque se aprende o adquiere en el proceso de socialización,
porque se suele compartir con otras personas y porque se refiere a objetos
de naturaleza y significado claramente sociales. Esto ya lo decía hace años
Torregrosa (1968, pág. 157):
Quiero poner de manifiesto que muchas actitudes no son sólo sociales en el sentido de que su objeto es un valor social cuya contrapartida
subjetiva son las actitudes, o que éstas están socialmente determinadas —
son aprendidas en los procesos de interacción social—, sino también en
el sentido de que constituyen propiedades o características de grupos y
situaciones sociales, creencias y modos de evaluación de los mismos,
independientemente de que lo sean de los miembros individuales de tales
grupos y situaciones; y que, por tanto, la perspectiva teórica adecuada
para su comprensión y explicación debe ser una perspectiva sociológica.
De ahí que estemos ante un concepto tanto individual, ya que desempeña un papel importante en el funcionamiento psicológico de las personas, como psicosocial, dada su capacidad para insertar al individuo en su
medio social, y en el que el elemento que, con el tiempo, más interesó fue
la supuesta relación existente entre la actitud y la conducta.