Conformismo y obediencia a la autoridad
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electricidad para saber el daño que estaban causando a sus compañeros.
Por una parte, los interruptores tenían estas etiquetas: «Descarga ligera»,
«Descarga moderada», «Descarga intensa», «Descarga muy intensa», «Descarga intensísima», y a los interruptores de 435 y 450 voltios ya ni los etiquetaban, sólo aparecían tres cruces. Y por otra parte, lo que es más
importante aún, los sujetos recibían feedback del «aprendiz»: ya se quejaba
tras los 75, 90 y 105 voltios. A los 120 el aprendiz protestaba diciendo que
los choques eran dolorosos. Y a los 150 ya gritaba: «¡Experimentador,
sáqueme de aquí! ¡Ya no quiero estar más en este experimento! ¡Me niego
a continuar!» A los 270 voltios, sus protestas se convertían ya en gritos de
agonía, a la vez que continuaba gimiendo y pidiendo que le dejasen retirarse. A los 300 y 315 voltios los gritos son más dramáticos y amenaza con
negarse a contestar, y, efectivamente, tras los 330 ya se queda callado y no
vuelve a contestar. Ante las dudas de los sujetos, el experimentador le
ordena que siga, que la no respuesta la considere como un error, que deje
pasar un tiempo razonable (unos cuatro o cinco segundos) y que siga el
procedimiento habitual, administrándole la nueva desca