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172 Anastasio Ovejero Bernal tucional en el establecimiento científico por excelencia» (Fernández-Dols y cols., 1980, pág. 61). 2) En nuestra sociedad, uno de los elementos claves de la socialización consiste en enseñar a los niños/as a obedecer a los mayores y a las personas con autoridad. 3) Igualmente se les enseña a los niños/as que si es por las «grandes causas», como la ciencia, todo está permitido. De hecho, personas no agresivas llegan a matar, sin escrúpulo alguno, por su patria, por su religión, por su partido, por la revolución, etcétera. El propio Milgram cayó en lo que quería estudiar: fue capaz de hacer sufrir psicológicamente a 500 sujetos por el progreso de la ciencia, de la psicología social en este caso. 4) Tampoco debemos olvidar el dinero que recibían los sujetos por participar. No es una cuestión económica, sino psicológica: los sujetos se situaban en una situación de obligación hacia quienes se lo habían dado, con lo que se sentirían inclinados a devolver el favor obedeciendo, es decir, haciendo lo que le mandara el experimentador. 5) También hay que tener presente la técnica de las aproximaciones sucesiva: nadie daba 450 voltios de repente, sino sólo quince más a la vez anterior. Así, obedecer en la primera descarga era fácil (sólo eran 15 voltios...), pero luego sólo eran quince más cada vez. No olvidemos que una vez que los sujetos llegaron, pongamos por caso, a 300 voltios, lo extraño, psicológicamente, es negarse a seguir. Porque con ello estarían reconociendo haber estado equivocados hasta ese momento y haber estado haciendo daño a una persona inocente. Por el contrario, seguir era demostrar que tenían razón al hacer lo que hacían. Y para ello racionalizaban la situación, llegando incluso a culpar a sus «víctimas» de lo que les ocurría. De hecho, «muchos sujetos desvalorizaron duramente a la víctima como una consecuencia de su actuación contra ella. Comentarios tales como “Era tan tonto y necio que merecía recibir las descargas”, fueron comunes. Una vez que habían actuado contra la víctima, estos sujetos encontraban necesario verla como un individuo indigno, cuyo castigo se hacía inevitable por sus propias deficiencias de intelecto y carácter» (Milgram, 1974, pág. 10). Técnicas similares han sido con cierta frecuencia utilizadas para culpar a las víctimas de lo que les ocurre y para entrenar a los torturadores. Eso fue lo que hizo a primeros de los 70, la junta militar griega (Haritos-Fatouros, 1988; Staub, 1989). Como nos recuerda Myers, tanto en Grecia, como en el entrenamiento de los oficiales de las SS en la Alemania nazi, los militares seleccionaban a los futuros torturadores utilizando su respeto y sumisión a la autoridad. Pero eso no era suficiente. Por tanto, primero asignaban al aprendiz la tarea de meramente custodiar a los prisioneros, luego a participar en escuadrones de arresto, después a golpear a los prisioneros, más tarde a contemplar las torturas y, finalmente, y sólo entonces, a practicarla. Utilizaban, pues, la técnica de aproximaciones sucesivas. Pues bien, a partir de un estudio del genocidio humano en todo el mundo, Staub (1989) mostró adónde puede conducir este proceso. Con demasiada frecuencia, la crítica produce desprecio, lo que permite la crueldad, que, a su vez, cuando es justificado, conduce a la brutalidad, más tarde al asesinato y, finalmente, al asesinato sistemático. Las actitudes