La conducta agresiva o antisocial
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parte, repetidamente se ha encontrado en experimentos de laboratorio que
las personas que están expuestas repetidamente a modelos belicosos tienden a ser físicamente más agresivos en sus interacciones sociales que quienes observan estilos de conducta pacíficos. La explicación es sencilla (Bandura y Ribes, 1980, pág. 321): «La conducta agresiva, especialmente
cuando es cruel y carente de justificación, es censurada socialmente,
cuando no es condenada por la propia persona, y el castigo previsto ejerce
influencia restrictiva sobre la conducta lesiva. Ver que la gente responde
con aprobación o incluso con indiferencia a los agresores comunica la
impresión de que tal conducta no es únicamente aceptable, sino incluso
esperada en esa situación».
En todo caso, existen al menos tres fuentes de la conducta agresiva
(Bandura y Ribes, 1980): la influencia familiar, las influencias subculturales
y el modelamiento simbólico, a través particularmente de los medios de
comunicación, sobre todo la televisión. En cuanto a la familia, se ha encontrado empíricamente que los hijos cuyos padres les castigan físicamente
tienden a utilizar unos patrones similares de conducta agresiva cuando se
relacionan con los demás, y más aún cuando ellos, a su vez, tienen hijos.
De hecho, existen abundantes datos que indican que los padres de varones
adolescentes violentos y de niños maltratados tuvieron con frecuencia
padres que los castigaban físicamente (Strauss y Gelles, 1980). Por
supuesto que la mayoría de los niños maltratados no se convierten en criminales o en padres que abusan de sus hijos, pero el 30 por 100 sí maltratarán más tarde a sus hijos (Kaufman y Zigler, 1987; Widom, 1989). Y es
que está demostrado que, dentro de las familias, la violencia conduce con
frecuencia a más violencia.
Los padres que castigan físicamente a sus hijos cuando comenten una
agresión pretenden arrancar de cuajo la agresión, en ellos. El hecho de
que el tratamiento no dé el resultado deseado nos lleva a pensar que la
teoría del aprendizaje implícita en él está equivocada. Una azotaina puede
considerarse como la clase de conducta que se pretende suprimir. Si los
niños propenden más a aprender por imitación, por ejemplo, y no
mediante «extirpación», deberían aprender a pegar cuando se les pega.
Eso parece ser, más o menos lo que ocurre (Brown, 1972, pág. 401).
En nuestra sociedad actual es esta tercera fuente la más importante.
El advenimiento de la televisión expandió enormemente la clase de
modelos al alcance del niño en desarrollo. Mientras que sus progenitores,
especialmente los de los hogares de la clase media, tenían oportunidades
limitadas de observar agresiones brutales, los niños modernos han presenciado innumerables apuñalamientos, palizas, agresiones a puntapiés,
estrangulamientos, asaltos, y formas menos gráficas, pero igualmente destructivas, de crueldad, antes de alcanzar la edad de ir a la escuela. Así,
pues, tanto niños como adultos, independientemente de sus antecedentes
e instalados cómodamente en sus hogares, tienen oportunidades ilimitadas de aprender del modelamiento televisado estilos de enfrentamiento