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118 Anastasio Ovejero Bernal resulta poco probable que se extingan tales comportamientos agresivos. Es más, a menudo, con las conductas violentas se consigue lo que se pretende e incluso, con frecuencia, también los demás (amigos, etc.) admiran el comportamiento agresivo reforzándolo. Es posible también que incluso los gritos de dolor de la víctima puedan servir como reforzadores, en especial para un agresor que esté muy enojado (Baron, 1977, págs. 262-263). Sin olvidar que también el adiestramiento para las habilidades en técnicas de combate y violencia puede servir como aprendizaje directo de la agresión. 5) Teoría del aprendizaje social: debido a la importancia que tiene el aprendizaje social o vicario en el ser humano y a causa de que incluso es el aprendizaje humano por excelencia, nos extenderemos en esta teoría. Hasta hace no mucho tiempo se creía en psicología que el aprendizaje podía ser explicado de una forma satisfactoria apelando exclusivamente al condicionamiento, bien al clásico bien al instrumental. Sin embargo, hoy día es sobradamente conocida la importancia del aprendizaje social. Pues bien, aunque existen varias teorías del aprendizaje social, como las de Rotter, Mowrer, Mischel, etc. (véase Ovejero, 1988a, capítulo 3), ha sido, sin duda la de Bandura la más influyente. Como subraya Leyens (1982), será la teoría del aprendizaje social de Bandura la que volverá a dar carta de nobleza a la imitación y la que suscitará un resurgimiento del interés por ella, pero introduciendo en la teoría conductista del aprendizaje los factores cognitivos. «Los humanos no se limitan a responder a los estímulos, sino que los interpretan, los estímulos influyen en la probabilidad de que se efectúen determinadas conductas gracias a su función predictiva y no porque se vinculen automáticamente a las respuestas» (Bandura, 1982, página 80). En concreto, hace ya un cuarto de siglo que el psicólogo social Bandura (Bandura, Ross y Ross, 1961; Bandura y Walters, 1963) demostró que no es imprescindible, como afirmaba Skinner, que un actor sea recompensado por realizar una conducta para que esta conducta se aprenda y se reproduzca. Es suficiente con que vea cómo otra persona la realiza. El ser humano utiliza mucho la imitación. Es decir, que la conducta no es sólo función de sus consecuencias, como decía Skinner, sino también es función de la observación, máxime cuando observamos cómo otro es recompensado por una conducta similar. En otras palabras, la conducta es también función de las consecuencias que veo que ha tenido para otro. Es más, sabemos bien que existen conductas que no convendría aprender directamente, por ensayo y error. Podría ser realmente muy peligroso. La gente se beneficia, pues, con los éxitos de los demás lo mismo que con sus propias experiencias. En general, observar que la agresión es un acto recompensado en otros, incrementa la tendencia a conducirse de manera igualmente agresiva, de la misma forma que observar que aquéllos son castigados atenúa dicha tendencia (véase en castellano Bandura, 1974, 1982; Bandura y Ribes, 1980; Ba