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106 Anastasio Ovejero Bernal divorcio puede producir en los niños. De hecho, mucha gente decide no divorciarse «por consideración a los niños». Sin embargo, ésta podría no ser una decisión sensata dado que algunos estudios parecen mostrar que los niños de una familia divorciada pueden sufrir menos tensión psicológica que los de una familia intacta, pero infeliz. La investigación sobre el efecto del divorcio en los niños indica que quienes proceden de familias divorciadas demuestran, de hecho, mayores problemas de conducta en casa y en la escuela durante el año siguiente al divorcio; sin embargo, los problemas parecen ser mucho menores después de los dos años siguientes al divorcio. También las comparaciones de adultos con antecedentes familiares divorciados o no, indican que los efectos a largo plazo del divorcio, en términos de ajuste total, parecen ser mínimos. Para concluir añadamos, con Perlman y Cozby (1985, pág. 192): mucha gente cree ahora que el divorcio puede ser una experiencia positiva: «la oportunidad de una nueva vida». Esto puede ser especialmente cierto para mujeres que sienten que sus vidas están vacías en el papel de esposa y madre, y cuyos esposos son hostiles cuando ellas intentan desarrollar una carrera, buscar mayor educación, etc. Aunque esta opinión sea correcta, aun así es probable que el divorcio sea doloroso y ocasione muchos problemas nuevos. Algunos argumentan que el gobierno debería fundar centros de divorcio para proporcionar el tipo de ayuda —cuidado de los niños, asistencia legal, consejo, etc.— necesario para enfrentar este problema. Este quizá sea un tema de gran debate público en el futuro. Con ello se abre, además, un campo de intervención para los psicólogos en el que su ayuda puede ser realmente inestimable. Conclusión Dado que el amor romántico se caracteriza por la presencia de fuertes emociones, hemos optado por incluir en este capítulo las dos cosas, las emociones y el amor. La tarea de formular una teoría general de las emociones que tenga alguna verosimilitud se dificulta enormemente, y, tal vez, resulte prácticamente imposible si pensamos en que las emociones no forman una clase unitaria, sino un grupo muy heterogéneo en el que se incluyen estados mentales muy distintos y por razones diversas. Así, cuando pensamos en un conjunto arbitrario de lo que normalmente consideramos como emociones —por ejemplo: temor, mie