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Emociones y relaciones íntimas: la conducta amorosa 105 tras se estimulaba a los varones a tener experiencias sexuales con o sin amor y a que se entrenaran en el sexo sin necesidad de que hubiera amor. Progresivamente, la mujer comenzó a poder permitirse relaciones sexuales prematrimoniales pero siempre que hubiera promesa formal, o fuera «algo serio», es decir, con amor. Hoy se ha dado un paso más, y muchas mujeres practican el sexo sin amor de modo natural. Pero «quizá precisamente la fuente de error radica en la confusión entre deseo sexual y amor. Aun tratándose de una cuestión en extremo polémica, creo que puede admitirse la no identificación entre ambos. Y es un hecho que, especialmente los jóvenes varones, pueden llegar a confundir deseo con amor, imaginando querer cuando desean, y a menudo justificando el deseo denominándolo amor... En cualquier caso, la relación entre sexo y amor se hace difícil en parte por las contradicciones que plantea al respecto la misma sociedad, que estimula valores antagónicos: el de libertad y el de compromiso, el de estabilidad y el de novedad sexual (“efecto Coolidge”), independencia y fidelidad, etc.» (Sangrador, 1993, pág. 193); 3) Las variables del sujeto generan, asimismo, posibles fuentes de error tanto en el proceso electivo como en la relación posterior. Es el caso, por no poner más que un par de ejemplos, de la inmadurez afectiva del sujeto (personas que no han superado el amor tiránico y posesivo del niño, y para quienes amar es meramente el deseo del ser amado), o el caso de la mujer tratada como simple medio de satisfacción sexual de su marido, a su hora y conveniencia (no hay amor, sólo apropiación); 4) Otras fuentes de conflicto radican en las difíciles relaciones entre Matrimonio y Amor, y entre amor-conyugal y amor-pasión. «Se pretende que las personas reconozcan el “amor verdadero” y elijan una pareja en función sobre todo del amor. Pero nuestra socialización dedica muchas más horas para el aprendizaje de zoología o geografía, o para sacar el carné de conducir, que para aprender a no equivocarse a elegir, para aprender a amar en definitiva. Con lo que se hacen promesas formales de amor “eterno” que obviamente no pueden cumplirse: el insensato “te querré hasta que la muerte nos separe” olvida que el amor no es un acto de la voluntad. Ni siquiera la vida en común previa a la institucionalización de la unión resuelve la cuestión, pese a la coherencia de la propuesta. Los datos indican que las parejas que han convivido antes no son necesariamente más duraderas que las demás» (Sangrador, 1993, pág. 194); y 5) Es un ejemplo muy extendido en nuestra sociedad el caso de la mujer que pone mucho más que su compañero en la relación de pareja, pero después racionaliza la situación incrementando la importancia y el prestigio del marido y de su trabajo («machismo»). Pues bien, de las teorías del intercambio se deduce que es probable que haya ruptura o al menos desavenencia en la pareja, cuando esa mujer modifica sus percepciones, deja de ser «machista» y considera que su propio trabajo vale tanto como el de su compañero. Con ello se rompe el equilibrio del intercambio, o mejor dicho, constata el desequilibrio existente con lo que exigirá o bien poner menos en la relación o bien que el compañero ponga más o bien la ruptura de la relación. Por último, debemos considerar también los posibles traumas que el