Emociones y relaciones íntimas: la conducta amorosa
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tras se estimulaba a los varones a tener experiencias sexuales con o sin
amor y a que se entrenaran en el sexo sin necesidad de que hubiera amor.
Progresivamente, la mujer comenzó a poder permitirse relaciones sexuales
prematrimoniales pero siempre que hubiera promesa formal, o fuera «algo
serio», es decir, con amor. Hoy se ha dado un paso más, y muchas mujeres
practican el sexo sin amor de modo natural. Pero «quizá precisamente la
fuente de error radica en la confusión entre deseo sexual y amor. Aun tratándose de una cuestión en extremo polémica, creo que puede admitirse la
no identificación entre ambos. Y es un hecho que, especialmente los jóvenes varones, pueden llegar a confundir deseo con amor, imaginando querer
cuando desean, y a menudo justificando el deseo denominándolo amor...
En cualquier caso, la relación entre sexo y amor se hace difícil en parte por
las contradicciones que plantea al respecto la misma sociedad, que estimula
valores antagónicos: el de libertad y el de compromiso, el de estabilidad y
el de novedad sexual (“efecto Coolidge”), independencia y fidelidad, etc.»
(Sangrador, 1993, pág. 193); 3) Las variables del sujeto generan, asimismo,
posibles fuentes de error tanto en el proceso electivo como en la relación
posterior. Es el caso, por no poner más que un par de ejemplos, de la
inmadurez afectiva del sujeto (personas que no han superado el amor tiránico y posesivo del niño, y para quienes amar es meramente el deseo del
ser amado), o el caso de la mujer tratada como simple medio de satisfacción sexual de su marido, a su hora y conveniencia (no hay amor, sólo
apropiación); 4) Otras fuentes de conflicto radican en las difíciles relaciones entre Matrimonio y Amor, y entre amor-conyugal y amor-pasión. «Se
pretende que las personas reconozcan el “amor verdadero” y elijan una
pareja en función sobre todo del amor. Pero nuestra socialización dedica
muchas más horas para el aprendizaje de zoología o geografía, o para sacar
el carné de conducir, que para aprender a no equivocarse a elegir, para
aprender a amar en definitiva. Con lo que se hacen promesas formales de
amor “eterno” que obviamente no pueden cumplirse: el insensato “te querré hasta que la muerte nos separe” olvida que el amor no es un acto de la
voluntad. Ni siquiera la vida en común previa a la institucionalización de la
unión resuelve la cuestión, pese a la coherencia de la propuesta. Los datos
indican que las parejas que han convivido antes no son necesariamente más
duraderas que las demás» (Sangrador, 1993, pág. 194); y 5) Es un ejemplo
muy extendido en nuestra sociedad el caso de la mujer que pone mucho
más que su compañero en la relación de pareja, pero después racionaliza la
situación incrementando la importancia y el prestigio del marido y de su
trabajo («machismo»). Pues bien, de las teorías del intercambio se deduce
que es probable que haya ruptura o al menos desavenencia en la pareja,
cuando esa mujer modifica sus percepciones, deja de ser «machista» y considera que su propio trabajo vale tanto como el de su compañero. Con ello
se rompe el equilibrio del intercambio, o mejor dicho, constata el desequilibrio existente con lo que exigirá o bien poner menos en la relación o bien
que el compañero ponga más o bien la ruptura de la relación.
Por último, debemos considerar también los posibles traumas que el