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104 Anastasio Ovejero Bernal el inicio de un período de desilusión, sobre todo entre aquellos que consideran este amor como esencial tanto para el matrimonio como para su continuación. Simpson, Campbell y Berscheid (1986) sospechan que «el fuerte incremento en el índice de divorcios en las pasadas dos décadas está vinculado, al menos en parte, a la creciente importancia de las experiencias emocionales positivas intensas (por ejemplo, el amor romántico) en las vidas de las personas, experiencias que pueden ser particularmente difíciles de sostener con el tiempo». Comparados con los norteamericanos, los asiáticos, que poseen índices de divorcio mucho más bajos, tienden a centrarse menos en los sentimientos personales, como la pasión, y a estar más interesados en los aspectos prácticos de los vínculos sociales (Dion y Dion, 1988), por lo que podemos suponer que son menos vulnerables a la desilusión. En resumen, suele admitirse que en general existen tres principales causas de disolución de las relaciones de pareja: a) Factores de relación: nos referimos a factores internos, a problemas de la relación en sí. El problema estriba sencillamente en que ambos miembros de la pareja no han sido capaces de sostener una buena relación entre ellos; b) Factores individuales: algunos rasgos individuales de uno de los miembros de la pareja hacen que éste prefiera disolver la relación. Algunos estudios han encontrado que los hombres con alta necesidad de poder es más probable que rompan sus relaciones que los hombres con baja necesidad. Sin embargo, en las mujeres la necesidad de poder no suele ser un factor para la estabilidad de la relación. Por otra parte, las estadísticas demuestran que los hijos de padres divorciados es más probable que también ellos se divorcien. Aunque pudiera esperarse que tales niños deberían estar motivados para evitar el divorcio, al parecer tiene lugar un sutil aprendizaje durante la niñez que hace que disuelvan sus relaciones con más probabilidad; y c) Atracciones alternas: evidentemente, las teorías del intercambio consideran la equidad de costos y recompensas en el momento presente. Sin embargo, tal equidad puede sencillamente no mantenerse en el futuro, de forma que se rompa o disuelva la relación por no ser equilibrada. Suele ser frecuente que otras atracciones alternas (conocimiento de otra persona más reforzante como pareja, cambio en la situación laboral o económica, etc.) terminen por disolver una relación estable hasta ese momento. Pero sin llegar a la ruptura, con frecuencia surgen conflictos y desavenencias en las parejas, que producen insatisfacción y que a veces van preparando paulatinamente la separación definitiva. ¿A qué se deben tales desavenencias? Básicamente a los siguientes factores (Sangrador, 1993, págs. 192-195): 1) Una primera fuente de error es el desconocimiento real del objeto amoroso elegido. Un individuo nunca debe estar seguro de sus percepciones cuando cree estar enamorado: el enamoramiento dificulta, o incluso impide, la objetividad en la percepción del otro. Cabría decir, al respecto, que cuanto más rápida sea la fijación amorosa más probable es el error; 2) Otra fuente de error tiene que ver con el sexo. Hace años se enseñaba a las mujeres que el amor es un requisito previo para el sexo, mien-