Test Drive | Page 29

—¿Y tu maleta? —me dijo. —Está lista —le respondí, con voz desfallecida. —¡Pues bájala en seguida! ¿No ves que vamos a perder el tren? Me pareció que no había manera de luchar contra mi destino. Subí, pues, a mi cuarto, y cogiendo la maleta, la dejé que se deslizase por los peldaños de la escalera, y bajé detrás de ella. En aquel preciso momento, ponía mi tío, con toda solemnidad, las riendas de su casa en manos de Graüben, quien conservaba su calma habitual. Abrazó a su tutor, pero no pudo contener una lágrima al rozar mi mejilla con sus dulcísimo 2