cilíndrico bifurcado, que terminaban en largas hojas y erizados de pelos rudos como las
monstruosas plantas grasientas.
—¡Maravilloso, magnífico, espléndido! —exclamó mi tío— He aquí toda la flora de la
segunda época del mundo, del período de transición. He aquí estas humildes plantas que
adornan nuestros jardines convertidas en árboles como en los primeros siglos del mundo.
¡Mira, Axel, y asómbrate! Jamás botánico alguno ha asistido a una fiesta semejante
—Tiene usted razón, tío; la Providencia parece haber querido conservar en este
invernáculo inmenso estas plantas antediluvianas que la sagacidad de los sabios ha
reconstruido con tan notable acierto.
—Dices bien, hijo mío, esto es un invernáculo; pero es posible también que sea, al
mismo tiempo, un parque zoológico.
—¡Un parque zoológico!
—Sin duda de ningún género. Mira ese polvo que pisan nuestros pies, esas osa