Test Drive | Page 96

Me hablás de eso que salió en la revista colombiana. Es el género de calamidades que un día te harán caer los brazos con desaliento o gritar con indignación. Son los escombros de la entrevista. Extirpada la más importante parte de mis ideas, nada tiene que ver conmigo. Sabés lo que hicimos una vez con mi amigo Itzigsohn, en mis tiempos de estudiante? Una refutación de Marx con frases de Marx. Por lo que veo, estás atravesando una crisis por cuestiones que hoy se plantea la literatura latinoamericana. Y, ya que me lo preguntás, debo rectificar las casi cómicas afirmaciones que allí aparezco balbuceando. He dicho siempre que las novedades de forma no son indispensables para una obra artísticamente revolucionaria, como lo demuestra el ejemplo de Kafka; y que tampoco bastan, como lo demuestra tanta cosa cometida por manipuladores de signos de puntuación y técnicas de encuadernación. Quizá no sea desacertado comparar la obra literaria con el ajedrez: con las remanidas piezas de siempre, un genio lo renueva. Es la obra entera de K. lo que constituye un nuevo lenguaje, no su clásico vocabulario y su apacible sintaxis. Leíste el libro de Janouch? Deberías leerlo, porque en épocas de charlatanismo como ésta conviene volver de vez en cuando la mirada a santos como K. o Van Gogh: no te engañarán nunca, te ayudarán a enderezar tu rumbo, te obligarán (moralmente) a retomar una actitud grave. En una de esas conversaciones, K. le habla a Janouch del virtuoso, que se eleva por encima del tema con facilidad de prestidigitador. Pero la genuina obra de arte, le advierte, no es un acto de virtuosismo sino un nacimiento. Y cómo podría hablarse de una parturienta que pare con virtuosismo? Eso es patrimonio de comediantes, que parten del punto en que el verdadero artista se detiene. Esos individuos, sostiene, conjuran con palabras una magia de salón; mientras que un gran poeta no trafica con las emociones: sufre la visionaria tensión del hombre con su destino. Estas advertencias son aún más convenientes para nosotros, los españoles y latinoamericanos, siempre propensos al verbalismo y el macaneo. Recordás cuando Mairena ironiza sobre "los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa"? Ahora suelen reaparecer con el cuento de la vanguardia. Borges, que no puede ser sospechado de desdeñar el idioma, dice de Lugones que "su genio fue eminentemente verbal", y el contexto revela el sentido peyorativo de esa valoración. Y de Quevedo, que "fue el más grande artífice de la lengua", para agregar "pero Cervantes...", así, con tres melancólicos p V