presagia otros. Los fantasmas que suben desde nuestros antros subterráneos, tarde
o temprano se presentarán de nuevo, y no es difícil que consigan un trabajo más
adecuado para sus condiciones. Y los planes abandonados, los bocetos abortados,
volverán para encarnarse menos defectuosamente.
Y no te preocupés por lo que te puedan decir los astutos, los que se pasan de
inteligentes: que siempre escribís sobre lo mismo. Claro que sí! Es lo que hicieron
Van Gogh y Kafka y todos los que deben importar, los severos (pero cariñosos)
padres que cuidan de tu alma. Las obras sucesivas resultan así como las ciudades
que se levantan sobre las ruinas de las anteriores: aunque nuevas, materializan
cierta inmortalidad, asegurada por antiguas leyendas, por hombres de la misma
raza, por crepúsculos y amaneceres semejantes, por ojos y rostros que retornan,
ancestralmente.
Por eso es estúpido lo que suele creerse de los personajes. Habría que responder
por una sola vez, con arrogancia, "Madame Bovary soy yo", y punto. Pero no es
posible, no te será posible: cada día vendrá alguien para inquirir, para preguntarte,
si ese personaje salió de aquí o de allá, si es el retrato de esta o aquella mujer, si
en cambio vos estás "representado" por ese hombre que por ahí parece un
melancólico espectador. Ya eso forma parte del manoseo a que me referí antes, del
infinito y casi laberíntico malentendido que es toda obra de ficción.
Los personajes! En un día del otoño de 1962, con la ansiedad de un adolescente, fui
en busca del rincón en que había "vivido" Madame Bovary. Que un chico busque los
lugares en que padeció un personaje de novela es ya asombroso; pero que lo haga
un novelista, alguien que sabe hasta qué punto esos seres no han existido sino en
el alma de su creador demuestra que el arte es más poderoso que la reputada
realidad.
Así, cuando desde lo alto de una colina de Normandía divisé por fin la iglesia de Ry,
mi corazón se oprimió: por el enigmático poder de la creación literaria aquella aldea
alcanzaba la cumbre de las pasiones humanas y también sus simas más
tenebrosas. Allí había vivido y sufrido alguien que, de no haber sido animado por el
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