Test Drive | Page 67

Después de unos minutos de silencio expresó su asombro por lo que se había pagado por un campito en Punta del Indio. Un tal Fischer, le parecía. El turquito Gosen se lo había dicho. Don Edelmiro medio levantó los párpados, quizá intrigado. —Ese turquito que supo tener tienda en la Magdalena. Pero si era pura cañada. Iban a plantar no sabía qué árboles, unos árboles importados. Un negoción: así como lo oía. Un negoción. Qué cosa. Mirando hacia la calle, meneó la cabeza. Así pasaron un silencio de diez o quince minutos. Sólo se oía el rumor del mate de plata, los sorbos. Después, don Amancio preguntó: —Te acordás, Edelmiro, de aquel mocito Jacinto Insaurralde? Don Edelmiro volvió a entreabrir los ojos. —Pero sí —insistió don Amancio—, aquel mocito paquetón. Su amigo cerró los ojos, quizá buscando en sus recuerdos. —Se está muriendo de cáncer. En el hígado, para peor. Don Edelmiro Lagos medio abrió sus ojos, quedando así un instante, quizá habiendo ya recordado a Insaurralde, quizá sorprendido. Aunque nada podía deducirse de aquel paisaje desértico y silencioso que era su rostro. Sin embargo, al cabo de un momento, comentó: —El cáncer es el azote de la civilización. Luego sacó del bolsillo de su chaleco el reloj Longines de tres tapas, que llevaba en el extremo de una cadena de oro, consultó la hora como si se tratara de un delicado documento de la escribanía, cerró el reloj, lo colocó de nuevo en el bolsillo, cuidadosamente, y se levantó para irse. Estaba oscureciendo. —Abuelo Amancio —se encontró diciendo M arcelo, como si alguien lo hubiese empujado. —Sí, mijo. Sintió que una oleada de sangre llegaba hasta su cara, y comprendió que jamás podría hablarle de aquel cuartito desocupado del fondo. Don Amancio esperaba sus palabras con solicitud y sorpresa, como si en una región famosa por la sequía empezaran a caer algunas gotas de lluvia. —No... es decir... si va a helar, como dice... El viejo se quedó mirándolo, intrigado, mientras casi mecánicamente le repetía "ya te dije, si para el pampero", mientras pensaba "qué le anda pasando a Marcelito". Mientras Marcelo pensaba "Abuelo Amancio, con su sobretodo raído, con su pobreza digna y aseada, con su generosidad de hidalgo pobre, con su discreción". 67