—Parece que es bastante rebuscado imaginar que no estamos vivos —comentó el
Dr. Arrambide—. Y las muertes, entonces? El negocio de pompas fúnebres?
En el rostro del ingeniero, que por su pedantería ya se empezaba a hacer antipático
a todo el mundo, apareció un matiz de desdén.
—Ése es un argumento espectacular pero débil —replicó—. También en los sueños
hay gente que muere y hay entierros. Y empresas de pompas fúnebres.
Hubo un silencio. El ingeniero prosiguió luego:
—Piensen que para alguien todopoderoso no costaría nada organizar una comedia
como ésta, para que sigamos creyendo en la posibilidad de una muerte y, por lo
tanto, de un descanso eterno. Qué le costaría aparentar muertes y entierros? Qué
le costaría aparentar la muerte de un muerto? Hacer salir un cadáver por una
puerta, por decirlo así, y hacerlo entrar por otra en otra dependencia del infierno,
para recomenzar la comedia con un cadáver recién nacido? Con una cuna en lugar
de un ataúd? Ya los hindúes, que eran un poco menos burdos que nosotros, algo
habían sospechado, cuando sostenían que en cada existencia se purgan los pecados
de la existencia anterior. Algo de eso. No exactamente. Pero los pobres le
anduvieron bastante cerca.
—Bueno —comentó la persona que no era favorable a Victoria Ocampo—, pero
aunque así fuera, qué más da si es realidad o ilusión? Al fin de cuentas, si no
tenemos conciencia de todo eso, si no tenemos recuerdo de nuestra vida anterior,
todo es como si de verdad naciéramos y muriéramos. Lo que mataría la esperanza
sería la plena conciencia de esa infernal comedia. Es como si uno soñase un lindo
sueño y no despertase jamás.
Hubo cierto alivio en la gente que se conforma con lo que en la filosofía se
denomina realismo ingenuo. El ingeniero italiano o profesor recibió la mirada de
malévola satisfacción de los partidarios de esa acreditada doctrina filosófica.
El ingeniero comprendió que la reunión le era ya francamente hostil. Tosió, consultó
su reloj y mostró signos de retirarse. Mientras se despedía, aún agregó, con una
tenue mueca despectiva en su cara:
—Exacto, señora, muy exacto. Pero pudiese ser que el personaje que organiza este
siniestro simulacro enviase de vez en cuando a alguien para despertar a la gente y
hacerle comprender que estaban soñando. No sería eso posible?
TODA ESA NOCHE MARCELO CAMINÓ AL AZAR,
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