—No veo por qué hay que fijarse nada más que en las cosas negras —protestó—.
La vida tiene también momentos muy hermosos: los hijos, los amigos, la obra en
común cuando se cree en un ideal, los momentos de ternura, de alegría y
felicidad...
—Tal vez eso sea lo más perverso de la existencia —arguyó el ingeniero o
profesor—. Quizá si perpetuamente viviéramos en lo horrible, en lo cruel, en lo
espantoso, terminaríamos por habituarnos.
—Quiere decir usted que esos momentos de felicidad sólo existen para acentuar el
horror de las guerras, las torturas, las pestes, las catástrofes?
El ingeniero sonrió y levantó las cejas en ese gesto que significa "evidentemente".
— Pero entonces la vida sería un verdadero infierno! —casi gritó Lulú.
—Y acaso usted lo pone en duda? —preguntó el ingeniero.
—El famoso valle de lágrimas.
—Ni más ni menos.
—No, no exactamente eso —agregó el ingeniero, como si hubiese sido mal
interpretado.
—Cómo?
—Otra cosa —respondió misteriosamente el ingeniero, levantando una mano.
—Qué otra cosa? —Volvió a preguntar la mujer que se moría de curiosidad. Pero
fue interrumpida por Lulú, que, invenciblemente, alegó:
—Puede que sea así, como dice el señor, aunque para mí la vida parece tener
aspectos maravillosos.
—Pero si nadie niega que tenga aspectos maravillosos —interrumpió el ingeniero.
—Sí, sí, sí, lo que usted quiera. Pero aunque esta vida fuese enteramente horrible,
que no lo es, siempre existirá el consuelo de un paraíso para los que sean capaces
de sobrellevar la existencia terrestre con caridad, con fe, con esperanza. En los
ojitos del ingeniero o profesor apareció un brillo irónico.
—Parece que usted lo pone en duda —comentó Lulú con amargura.
—Es que hay otra posibilidad, señora —respondió dulcemente el otro.
—Qué otra posibilidad?
—Que ya estemos muertos y condenados. Que éste sea el infierno al que estamos
condenados por toda la eternidad.
—Pero si estamos vivos —intervino uno que no había abierto nunca la boca.
—Eso es lo que usted cree. Eso es lo que todos ustedes creen. Quiero decir: lo que
todos ustedes creen en el caso de que mi hipótesis fuese correcta. Comprenden?
—No, no comprendemos nada. Por lo menos yo.
—Esa ilusión de estar vivos. Esa esperanza en la muerte. Aunque parezca una
broma hablar de una esperanza en la muerte. Esa ilusión, esa esperanza también
formaría parte de la infernal farsa.
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