Test Drive | Page 60

Y lo que pasó luego con Tavernier. Bárbaro. -Qué. —Devorado por una manada de perros hambrientos en las estepas rusas. El Dr. Arrambide se quedó suspendido, con un pedazo de sándwich en la mano y la boca entreabierta, como una de esas instantáneas que publican las revistas semanales. No, eso era demasiado, perros hambrientos, estepas rusas, troikas, ídolos de la India. MARCELO, DIJO SILVINA, Y SU CARA ERA UN RUEGO Sí, sí, claro. Entró en la sala torpemente. Se llevaba siempre cosas por delante, ese tipo de inhabilidad. Besó a su madre y después permaneció en un rincón de aquel tumulto sin saber qué hacer, con los ojos mirando hacia el suelo. Poco a poco, tratando de no llamar la atención se fue. El Dr. Carranza sintió deseos de ir tras él, de alcanzarlo. Pero sólo pudo contemplarlo en silencio, con la garganta dolorida, a través del ruido y la gente. Y recordó el tiempo en que se levantaba de madrugada para estudiar con él las materias de su ingreso en la facultad. Entonces también él se fue y se encerró en el dormitorio. SIMPLEMENTE POR DEBILIDAD, PENSABA S. irritado de antemano, deprimido, sintiéndose una vez más culpable de casi todo: de hacer cosas y de no hace &