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sido tan gruesos y sensuales se podría haber pensado en un fraude. Cuando se reía se descubrían unos dientes de color verdoso, seguramente como resultado de su permanente cigarro. La nariz era aguileña pero muy ancha. En fin, sólo le faltaba el toro alado. Un sátrapa oriental de aquellos de la historia de Malet. O un miembro del equipo de Karadagián, 3 el Barón Armenio, o el Pirata Sirio, o el Judío Enmascarado. Tomaba cerveza con avidez y con un placer proporcionado a sus labios, su enorme nariz y sus ojos de terciopelo lujurioso. Después de pasarse por los labios el dorso peludo de una de sus manazas, para limpiarse el resto de espuma del medio litro que acababa de tomarse de un trago, me hizo preguntas sobre EL TÚNEL. Por qué había hecho ciego al marido de María? Tenía eso algún significado especial? Sus misteriosos ojos negros me estudiaban desde más allá de la hirsuta pelambre de sus cejas, como acechantes fieras entre las lianas de la selva. Y eso de la piel fría? En aquel momento no le di importancia a las preguntas. Estaba tan lejos de la realidad! Después, con aquella risa que a una risa de alegría era como al amor el placer con una prostituta, comentó: —Cornudo y ciego! Debieron pasar muchos años para que yo volviese sobre esa aparente broma de mal gusto y para inferir que de esa manera quiso borrar cualquier inquietud que en mí pudiesen haber suscitado sus preguntas. Olvidaba decirle que esa última exclamación me la hizo delante de la mujer que acababa de llegar: Hedwig Rosenberg. Observé con intrigada curiosidad sus rasgos, bellos pero gastados, como si contemplando la figura estampada en una moneda de oro que ha circulado durante una centuria tuviese la sensación, sin embargo, de lo que podía haber sido su primitivo esplendor. Y cuando Schneider, con su risotada grosera, dijo lo del cornudo ciego, pude advertir que ella se turbaba. Apenas se produjo ese desagradable incidente, el tipo me pidió que lo excusara por un momento, porque debía hablar con el húngaro por un asunto pendiente. Se fueron los dos a otra mesa, dejándome a solas con la mujer. Más tarde pensé que esa maniobra no había sido casual. Le pregunté si hacía mucho tiempo que estaba en el país. —Llegué en 1944. Me fugué de Hungría cuando la entrada de las tropas rusas. Me sorprendí, aunque pensé que muchos judíos ricos huyeron por temor al comunismo, después de haber logrado ocultarse de los nazis. —Le extraña? —me preguntó. —Cuando la entrada de las tropas soviéticas? —Sí. 3 Famosa troupe de catch en Buenos Aires. (N. del Ed.) 49