Mientras caminaba trató de tranquilizarse, diciéndose que aquella escena de LA
BIELA la habría irritado, que juzgaría grotesca y espectacular su actitud con ese
tipo, que se había cubierto de ridículo y que tal vez ella se sintió abochornada.
Pero, se preguntó de pronto (y ese fugaz pensa miento fue como la sospecha de un
peligro en la oscuridad) si se habría sentido tan abochornada e irritada de haberse
tratado de otro individuo. Caminó mucho tiempo por las calles apenas iluminadas
que bordean la vía y luego volvió. Lejos de haberlo tranquilizado, el análisis de
algunos detalles había terminado por desasosegarlo, sobre todo una palabra que
ella dijo (que ella exclamó!) en aquel tiempo en que leían juntos su novela.
Cuando entró en el departamento, advirtió que Agustina se había dormido sin
apagar la luz del velador, y vestida tal como estaba al llegar. Pero ahora estaba
vuelta hacia la lámpara. Se sentó en el suelo, cerca de ella, y la observó. Su sueño
era inquieto y de pronto murmuró algo frunciendo el ceño, mientras parecía tener
dificultades para respirar. Con cuidado, con fervor y con miedo a lo desconocido,
Nacho acercó su mano a la cara y con la punta de sus dedos acarició sus grandes
labios carnosos. Ella tuvo un ligero estremecimiento, volvió a murmurar algo, luego
se dio vuelta hacia la pared y prosiguió su solitario viaje nocturno.
Quería besarla. Pero a quién besaría? Su cuerpo estaba en esos momentos
abandonado por su alma. Hacia qué remotos territorios?
Oh, Electra! —dijo—. No te olvida ni Apolo,
rey de Crisia, fértil en rebaños,
ni el negro monarca del oscuro Aqueronte!
EL DOCTOR LUDWIG SCHNEIDER
Creo haberle contado cómo me encontré por primera vez con este sujeto, al poco
tiempo de publicado EL TÚNEL, hacia 1948. Sabe lo único que me preguntó? Sobre
la ceguera de Allende. No habría dado ninguna importancia a esa pregunta si
después de tantos años de no verlo, más o menos en el año 1962, imagínese, no se
me hubiera cruzado de nuevo en el camino. Cruzado... Este lenguaje distraído que
usamos en la vida corriente, usted sabe. Porque no creo que se cruzase en el
sentido casual que se le da de ordinario a esa expresión. Ese individuo me buscaba.
Comprende? Más, todavía: me seguía desde lejos, quién sabe desde cuánto tiempo.
Cómo sé que me seguía? Es cosa de olfato, es un instinto que no me engaña jamás.
Y
me
seguía
desde
que
leyó
mi
primera
novela,
probablemente.
Y
sin
47