Test Drive | Page 41

rumores equívocos, etc. Ignoraba que todo eso era promovido por una potencia sutilísima y por eso mismo más temible. Así pasaban los meses. Hasta que M. le contó otro sueño: Ricardo debía operar a alguien. Se lo veía extendido en una camilla e iluminado por los proyectores del quirófano. Ricardo le quitó la manta y entonces se vio que estaba envuelto en un vendaje de momia. Hizo un corte en la polvorienta y antiquísima tela, y luego en la piel apergaminada, a lo largo del pecho y del vientre, sin que saliera una sola gota de sangre. En lugar de las entrañas, apareció un enorme gusano negro del tamaño de la cavidad abierta, más o menos de unos treinta centímetros de largo, que comenzó a moverse y a emitir seudopodios que en seguida se transformaron en nerviosísimas extremidades. En pocos segundos, el gusano se metamorfoseó en un diablo negro en miniatura que saltó sobre la cara de M. M. comentó que en su opinión eso tenía que ver con Patricio. Sabato se quedó mirándola, perplejo, porque conocía sus condiciones de vidente. Quedó oscuramente alterado. Estaba frente a LA BIELA. Se sentó en un rincón apartado y empezó a hacer un censo, mientras imaginaba que lo observaban, que pretendían conocerlo (qué verbo tan arrogante y falaz), que seguían sus vicisitudes a través de reportajes (según esa fantasía del mundo moderno por la que se cree que un hombre puede ser revelado a través de una hora de conversación mal transcripta). Y todo eso no significaba nada. Debajo, como todos, vivía la vida de los sueños, los vicios secretos que pocos o nadie sospechaban. En el subsuelo, el grotesco tumulto, el facineroso hacinamiento. Arriba, se iba a la Embajada de Francia, donde cortésmente se emitían y recibían las mentiras y los lugares comunes que pueden y deben decirse en una embajada: con maneras afables, con comprensión y cortesía. Y gracias si además no se estaba ingenioso y brillante. Porque entonces, mientras al acostarse uno se quitaba los pantalones era inevitable recordar a Kierkegaard haciendo lo mismo y diciendo "subyugué a la concurrencia y al encontrarme solo, en mi cuarto, tuve ganas de pegarme un tiro". Hasta que vio a los chicos. UN PEDIDO DE CUENTAS 41