María Zeno de Bassán
Nacida en Venecia en 1870
Muerta en este pueblo en 1913.
Y la de su padre, al lado, y la de sus hermanos. Se quedó un largo rato allí. Luego
comprendió que era inútil, que era muy tarde, que debía irse.
piedras ensimismadas
vueltas hacia qué patrias del silencio
testigos de la nada
certificados del destino final
de una raza ansiosa y descontenta
abandonadas minas
donde en otro tiempo
hubo explosiones
ahora telarañas.
Comenzó a marchar hacia la salida, viendo o entreviendo otros nombres de su
infancia: Audiffred, Despuys, Murphy, Martelli.
Hasta que de pronto vio con asombro una lápida que decía:
Ernesto Sabato
Quiso ser enterrado en esta tierra
con una sola palabra en su tumba
PAZ
Se apoyó en una pequeña verja y cerró sus ojos. Después, cuando volvió a abrirlos,
con todo, salió del cementerio con un sentimiento que nada tenía de trágico: los
fúnebres cipreses, el silencio de la noche que se avecinaba, el aire con tenues
olores de pampa, esos sutiles y apagados ademanes de la infancia (como los de un
viajero que se va para siempre y que desde la ventanilla del tren hace púdicas
señales de despedida) le producían más bien esa sensación de melancólico reposo
que se siente de niño cuando se pone la cabeza en el regazo de la madre, cerrando
todavía los ojos llenos de lágrimas, después de haber sufrido una pesadilla.
"Paz". Sí, seguramente era eso y quizá sólo eso lo que aquel hombre necesitaba,
meditó. Pero por qué lo había visto enterrado en Capitán Olmos, en lugar de Rojas,
su pueblo verdadero? Y qué significaba esa visión? Un deseo, una premonición, un
amistoso recuerdo hacia su amigo? Pero cómo podía considerarse como amistoso
imaginarlo muerto y enterrado? En cualquier caso, fuera como fuera, era paz lo que
seguramente ansiaba y necesitaba, lo que necesita todo creador, alguien que ha
nacido con la maldición de no resignarse a esta realidad que le ha tocado vivir;
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