Pareció sonreír con la promesa del hijo errante. Luego pidió por Juancho, quería
agua, había que darlo vuelta. Bruno intentó torpemente, pero él hizo un gesto
negativo. Hubo que despertarlo, lo dieron vuelta entre los dos, le acercaron una
cucharita de agua. Por primera vez en su vida Bruno sintió que era verdaderamente
útil, se sintió mucho más hermano de Juancho y, con una especie de tierna
humildad comprendió que él, que había recorrido tierras y doctrinas, que había
leído muchos libros sobre el dolor y la muerte, era inferior a aquel hermano que no
lo había hecho nunca.
El viejo hizo otro signo, Juancho se acercó a su boca y asintió. Entonces el padre
pareció dormirse en paz. Bruno miró a su hermano.
—La quintita.
Qué pasaba con