hecho los castillos de la Loire. Así que, como les decía, empezó la serie de los
biógrafos con Lo, primero el Lorraine, luego el Loire y ahora, como si se les
hubiesen quemado los papeles históricos y geográficos, con el Losuar, especie de
centauro hecho con la cabeza del Lorraine y el cuerpo del Loire. Pero con ríos o
centauros, lo cierto es que el vivo los tiene siempre superllenos, pasando por
cuatromillonésima vez EL ACORAZADO POTEMKIM, ese acorazado marxista tan
virtuoso, como dice el maldito de Charlie, que tira cañonazos que destruyen las
guaridas de los chanchos burgueses pero que no matan ni un solo niñito inocente. Y
como el snobismo de los muchachos es infinito, hay cuerda para rato. Qué digo!
Hay cuerda para siempre, porque cada día aparece una nueva onda. Primero, el
neorrealismo italiano, donde los tanos gritan como en la feria franca y eso les
parece el colmo del arte, hasta que comienzan a cansar los cortes de manga que en
primerísimo plano hacen Sordi o de Sica, y entonces se vuelve de nuevo al cine
francés, que siempre, hay que confesarlo, está en el fondo de nuestros corazones,
y entonces nos volvemos a tragar todas esas cursilerías de Duvivier, que los
entendidos de estos cines creen el colmo de la finura. Y cuando nos hartamos de
los franchutes, ya que nadie se baña dos veces en el mismo río, entonces le
metemos al cine sueco, que siempre es un éxito, porque a quién más a quién
menos a todos nos gusta ver cómo en la pantalla se pirovan a una doncella, sobre
todo si lo hace un bandolero, o un bandolero hermano de la doncella mejor que
mejor, con los consabidos complejos y dramas metafísicos, como diría el maestro
Sabato, que ese pirove naturalmente acarrea, de modo que los chicos creen que en
Suecia están todo el santo día redándole a lo que te dije, y entre incesto y
superaborto de joven soltera, cuando el fait accompli obliga como quien dice a
echar mano a recursos heroicos, los chochamus sueñan con irse a esa patria de la
joda y del viva la pepa, sin saber, pauvres enfants, que allá no hay sol ni para
remedio, y que se pasa el año tiritando de frío al lado o encima o mejor dentro de
una estufa, y que precisamente por eso, cuando sale el sol, que es el 27 de agosto
por reloj, es fiesta nacional y everybody sale a la vereda a tomar un poco de
solcito, el simpático y democrático rey incluso aprovechándose la jornada para ir al
campo y Bergman filma un verano con Mónica, y se super-cometen toda clase de
tropelías sexuales en la campiña, montañas, prados y hasta en los propios jardines
del palacio real. Pero, claro, en ese único día de sol. Así que si el aborigen llega el
28 de agosto, ya está liquidado, y se congela propio en Pampa y la vía.
Silvina pidió un descanso. Cuando se hubo calmado, Quique prosiguió:
—Bueno, un día se me da por ir a uno de esos antros de la cultura, que ya desde la
puerta te encajan música de Albinoni y en los intervalos los tipos leen a Marcuse,
cosa de no perder ni un minuto, algo así como si te pasaras la vida comiendo
vitaminas y respirando oxígeno puro, viste? Y al entrar, a quién no podía dejar de
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