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y de sus ambiguos habitantes? Por qué en ese otoño de Buenos Aires sentía que también para él se aproximaba un tiempo de calles desoladas y hojas secas? Toda su existencia la veía ahora como un vertiginoso viaje hacia la nada. Saint-Exupéry, sí. Había alentado a Martín, a tantos otros desamparados y perdidos en el caos y la oscuridad. Pero, y él mismo? SU PADRE, SU PADRE, una vez más, quién sabe cuántas veces más aún, volvería aquello. "Papá se muere, Nicolás." Pero él sabía que significaba no Nicolás sino tus hermanos, en aquel férreo sistema en que el menor debía incondicional obediencia al mayor. Así que Nicolás, jerárquica y económicamente, significaba Nicolás-Sebastián-Juancho-Felipe- Bartolomé-Lelio. Y también tácita reconvención, diciendo ha habido necesidad de comunicártelo, de buscarte lejos, siempre ajeno a nuestra casa y a nuestro destino, sabiendo que padre nunca se consoló y que ahora espera tu regreso antes de que sea demasiado tarde. Aunque ni en el telegrama ni en ninguna conversación nadie diría una palabra que tuviera relación con esos sentimientos, de acuerdo con la ley que ordenaba ocultar las más profundas emociones. De modo que cuando entraban en contacto con otras gentes, habituadas a formas menos duras, parecían superficiales en sus afectos ya que sólo expresaban abiertamente las emociones que se vinculaban a hechos sin gran importancia. Y así, mientras podían expresar su pesadumbre con largos comentarios sobre el granizo o la langosta que malograba la cosecha de un amigo, les parecía de mal tono hacer grandes manifestaciones por la muerte de su hijo. Casos en que el viejo Bassán, con su rostro más rígido, acostumbraba decir simplemente "es el destino". Frase que nunca nadie oyó para referirse a la mera pérdida de una cosecha, como si esas grandes y pavorosas potencias que actúan bajo el nombre genérico de "el destino" no debieran ser invocadas en vano o para hechos menores. VEINTICINCO AÑOS DESPUÉS, LAS COSAS, LOS HOMBRES 351