Test Drive | Page 348

muchachones, que antes heredaban de unos a otros la tradición de reírse de Barragán, ahora se callaban cuando él entraba. Ya no predicaba. Se había vuelto hosco y retraído. Pero cuando el dragón se le apareció, supo que los tiempos llegaban y que él tenía un deber que cumplir. Así que el Cristo sabía lo que quería decirle con su expresión de pena y de severa tristeza. Sí, él era un pecador, vivía de la limosna, de los diarios que le facilitaba Berlingieri. Era un vago y para colmo mantenía en secreto la Visión. Aquel día, a la tardecita, después de haber meditado durante muchas horas por la Dársena, entró al café, pidió su caña y dándose vuelta hacia donde estaban Loiácono, Berlingieri, el chueco Olivari y el rengo Acuña, dijo: —Muchachos, anoche se me apareció el Cristo. Estaban hablando del partido con Racing. Se produjo un silencio de muerte. Los chicos dejaron de jugar al billar y todos lo miraron con gravedad. Barragán los observó con rigidez, mientras su cuerpo temblaba. Después agregó: —Pero antes, en la madrugada, desde la esquina de Brandsen y Pedro de Mendoza tuve otra visión. Todos lo miraban tensamente. Con voz trémula, Barragán dijo: —En el cielo, para el lado de afuera, ocupaba la mitad del cielo. La cola llegaba hasta el suelo. Se detuvo, le daba quizá temor o vergüenza. Luego dijo, en voz baja: —Un dragón colorado. Con siete cabezas. De las narices echaba fuego. Se produjo un largo silencio. Después, Natalicio Barragán agregó: —Porque el tiempo está cerca, y este Dragón anuncia sangre y no quedará piedra sobre piedra. Luego, el Dragón será encadenado. UNA RATA CON ALAS Sin que atinara a nada (para qué gritar? para que la gente al llegar lo matara a palos, asqueada?), Sabato observó cómo sus pies se iban transformando en patas de murciélago. No sentía dolor, ni siquiera el cosquilleo que podía esperarse a causa del encogimiento y resecamiento de la piel, pero sí una repugnancia que se fue acentuando a medida que la transformación progresaba: primero los pies, luego las piernas, poco a poco el torso. Su asco se hizo más intenso cuando se le formaron las alas, acaso por ser sólo de carne y no llevar plumas. Por fin, la cabeza. Hasta ese momento, había seguido el proceso con su vista, y aunque no se 348