Test Drive | Page 346

EL DÍA 6 DE ENERO DE 1973 Natalicio Barragán se despertó muy tarde, con la cabeza rellena de pedazos de vidrio y alfileres. Durante largo tiempo se quedó mirando el techo, pero sin verlo. Estaba tratando de pensar en algo, pero no sabía qué era lo que quería pensar. Como esos caños que van oxidándose por acción del tiempo y los ácidos, su pensamiento apenas podía pasar ya por pequeñísimos canales, como filtraciones de un agua barrosa y llena de coágulos. E iba a levantarse para preparar unos mates cuando de pronto, como un rayo en una noche pesadísima y turbia, cayó sobre su mente el recuerdo de la visión. Se apretó la cabeza con las manos y permaneció largo tiempo agitado y temeroso. Después se levantó, y mientras preparaba el mate el recuerdo de la bestia llameante se hacía más y más fuerte y temible, hasta que arrojando el mate en el suelo, salió corriendo a la calle. Era un día de sol y de cielo clarísimo. Serían como las once y en el día de fiesta la gente andaba de un lado a otro, con chicos que mostraban juguetes, o tomaba mate a la puerta y conversaba. Barragán escrutó sus caras, y trató de oír sus conversaciones. Pero ni sus expresiones ni sus palabras tenían nada de particular: eran las de cualquier día de fiesta en La Boca. De pie en la misma esquina de Brandsen y Pedro de Mendoza, apoyado contra la misma pared que en la madrugada le había servido de sostén, miró hacia el mismo cielo, entre los mástiles. Le pareció mentira ver ese cielo límpido, sin nubes, sin nada fuera de lo común, mientras la gente andaba por ahí despreocupadamente. Decidió irse hasta la zapatería de Nicola. Estaba, como siempre, trabajando, día de fiesta o no. Conversó con él un rato. De qué? Nada importante, pero resultaba claro que ni había visto nada raro esa noche ni nadie le había contado de haber visto algo. A la tardecita, después de haber vendido los diarios que le facilitaba Berlingieri, se dirigió al café. La absoluta ignorancia de todos aumentaba su terror de hora en hora. En el bar se barajaban las posibilidades de Boca con Racing. Pero él permaneció mudo, con su copita de caña en el mostrador. Esperaba la llegada de la noche con un miedo guardado cuidadosamente, pero que se manifestaba (cosa curiosa) en un hormigueo en toda la piel y en sus manos y pies fríos, a pesar de ser día de verano. Anduvo dando unas vueltas por ahí, pero a la noche volvió al café, hasta la hora de cerrar: las dos de la madrugada. Entonces emprendió el mismo trayecto que la noche anterior, atravesó la avenida Almirante Brown, siguió por Brandsen y llegó a 346