el Correntino, se acercó, pero le daba asco tocarlo, porque estaba lleno de
escupidas, sangre y restos de vómitos.
—Y?
El Correntino le dio una patada en los riñones, pero no oyó el menor quejido.
—Para mí que está listo —dictaminó.
—Bueno, métanlo en la bolsa.
Trajeron una bolsa de lona, lo metieron, ataron el bulto con una soga y se fueron a
tomar una ginebra. Luego volvieron, llevaron el bulto hasta el coche, lo pusieron en
el cajón y tomaron para el lado del Riachuelo. Bordeándolo, llegaron hasta la
quema de basuras, donde se detuvieron. Sacaron la bolsa y cuando lo pusieron en
el suelo uno de ellos creyó notar un movimiento. "Me parece que está vivo, che",
comentó. Acercaron el oído y, en efecto, oyeron o les pareció oír un gemido, una
especie de murmullo. Llevaron el bulto hasta la orilla, le ataron grandes trozos de
plomo y luego, haciendo un repetido movimiento de vaivén, para que tomara
bastante impulso, lo arrojaron al agua. Quedaron un momento mirando, mientras el
Correntino dijo: "Mirá que dio trabajo". Subieron al auto y uno dijo que le gustaría
tomar un café y un especial de mortadela.
—Qué hora es?
—Todavía no son las cinco.
—Bueno, volvamos, entonces. Falta para que abran.
LA CASITA PARECÍA MAS DESAMPARADA QUE NUNCA
y el chirrido de la puerta de hierro oxidada más fuerte que en otros tiempos menos
solitarios. El Milord lo recibió con los acentos que le era imposible evitar cuando
había permanecido encerrado sin nadie en aquella tapera. Nacho lo apartó con el
pie, distraídamente, y se arrojó en su cama. Con las manos cruzadas debajo de su
cabeza, miraba el techo. Tenía ganas de escuchar a los Beatles por última vez.
Haciendo un enorme esfuerzo, se levantó y los puso.
Julia, Julia, oceanchild, calls me.
Julia, seashell eyes windy smile, calls me.
Julia, sleeping sound, silent cloud.
S