—Éste será el centro de tu realidad, desde ahora en adelante. Todo lo que hagas o
deshagas te volverá a conducir hasta aquí. Y cuando no vuelvas por tu propia
voluntad, nosotros nos encargaremos de recordarte tu deber.
Entonces se calló y Soledad se quitó la túnica, con movimientos lentos y rituales. A
medida que levantaba su vestidura, con los brazos cruzados y en alto, fue
surgiendo su cuerpo de anchas caderas, su cintura estrecha, su ombligo y luego,
finalmente, sus pechos, que oscilaban con los movimientos.
Una vez desnuda se arrodilló sobre el camastro en dirección a S., lentamente echó
su cuerpo hacia atrás, mientras abría sus piernas y las estiraba hacia adelante.
S. sintió que allí estaba en ese momento el centro del Universo.
R. tomó el farol