Se levantó, saludó al hombre desde lejos con un ademán, y después de dar algunas
vueltas para despistar, entró en LA CUEVA, en Quintana y Ayacucho. En una
servilleta de papel empezó a hacer anotaciones automáticas. Siempre le había dado
resultado. La primera palabra que escribió fue SCHNITZLER y casi en seguida,
debajo, SCHNEIDER. Cómo era posible que no lo hubiese advertido antes? Los dos
empezaban y terminaban con el mismo fonema, y tenían el mismo número de
sílabas. Claro, es cierto, podían ser apellidos apócrifos. Pero, si lo eran, resultaba
significativo que lo hubiesen elegido con esas idénticas características. Había
entonces alguna relación entre los dos hombres? Ambos, como si todo eso fuera
poco, podían venir de alguna región entre Baviera y Austria, los dos resultaban un
poco grotescos y menospreciaban igualmente a las mujeres. Pero mientras
Schneider era evidentemente un agente de las tinieblas, Schnitzler defendía la
ciencia racional.
Luego quedó cavilando largamente ese "pero". No sería una simple repartición del
trabajo?
Salió y empezó a caminar hasta la hora en que debía encontrarse con Agustina.
Y cuando estuvieron juntos sintió el abismo que se había abierto entre los dos.
ELLA SE CONVIRTIÓ EN UNA LLAMEANTE FURIA
y él sintió que el universo se resquebrajaba sacudido por su furor y sus insultos
y no era sólo su carne que era desgarrada por sus garras sino su conciencia
y allí quedó como un desecho de su propio espíritu
las torres derrumbadas
por el cataclismo
y calcinadas por las llamas.
MIENTRAS TANTO
Nacho estudiaba con atención los rasgos del Sr. Pérez Nassif: la lujuria y la
mezquindad, la hipocresía y la baja ambición, el cancherismo y la avivada porteña,
316