Se lo escribió en una servilleta de papel. Se pronunciaba maclaflin, no?
Según, había regiones de Irlanda en que se decía maclaklin.
Claro: como si no bastara la arbitrariedad inglesa, se sumaba la locura irlandesa.
Quería hacer una tesis: el sexo, el mal, la ceguera.
S. lo miró con sorpresa.
—Es un tema complicado, yo mismo no sé gran cosa. Es decir, todo lo que sé está
en el Informe.
Comprendo. Pero hay otra cosa. Me parece haber leído en una biografía suya que
sus antepasados albaneses lucharon contra los turcos en el siglo XV. Conoce la
leyenda de la ciudad de los Ciegos?
S. se alarmó. Cómo?
—No lo sé muy bien, todavía tengo que averiguarlo. En esa región: una ciudad
subterránea de Ciegos, con monarcas y vasallos: todos Ciegos.
S. quedó petrificado: no lo sabía. Se produjo un silencio y durante un rato pareció
que se configurara un triángulo cabalístico: Mac, que lo miraba con sus ojos
celestes, S. y el Dr. Schnitzler, que lo seguía observando como quien no pierde
pisada. De haberse hecho una obra de teatro que no condescendiera a las
convenciones del naturalismo (pensó S. más tarde), habría que haber desalojado
toda la demás gente con sus copas, cafés, sillas, mozos y restos de sándwiches:
todo eso era falso, una especie de disfraz de la verdadera realidad, lo que probaba
qué mentirosa podía ser esa clase de realismo. Tres tipos en los vértices de un
triángulo, sobre un escenario abstracto, escrutándose, vigilándose con cautela.
Era demasiado. Le dijo a McLaughlin que lamentablemente sufría una neuralgia que
casi le impedía hablar, que uno de esos días se encontrarían de nuevo. En cuanto el
muchacho se fue, S. observó que el otro escribía febrilmente. Al cabo de unos
minutos le mandó el resultado: "Me está pareciendo, mi querido doctor Sabato, que
usted no me quiere ver, que incluso me tiene poca simpatía. Qué pena! No sabe
cuánto lo siento! Tenemos tantas cosas en común! Tendría tanto que contarle, está
tan cerca de la verdad. Ya perdí las esperanzas (se lo debo decir con franqueza, con
la mano sobre el corazón) de que vuelva a visitarme para tomar un cafecito. Por
eso aprovecho esta feliz circunstancia para mandarle algunas observaciones que
creo serán de su interés:
1º El aumento bruto de la población mundial.
2º La insurrección de las capas inferiores.
3º La rebelión de las mujeres.
4º La rebelión de la juventud.
5º La rebelión de los pueblos de color.
Todo, mi querido doctor, lo que se dice todo, son MANIFESTACIONES DE LO VITAL
SOBRE LO RACIONAL, lo que en rigor debe calificarse como DESPERTAR DE LA
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