Volvió a hacer dibujitos con la ramita en el suelo y al cabo de un largo silencio
levantó su cara y al chico le pareció que sus ojos estaban velados.
—Y qué viste, Carlucho? —preguntó, sin saber si debía hacerlo o no.
—Qué vi?
Se levantó, arregló unas cajas y después respondió:
—Y qué te parece que podía vé? Nada. Lo animale solitario. Eso é lo que vi.
Se sentó y agregó como para sí:
—Había uno animale grandote, una especie de no sé qué. Había que verlo. Está
encorvado, mirando el suelo, nada má que mirando el suelo, todo el tiempo. Cada
ve má oscuro, y el bicho solito. Tan grandote. Ni se movía pa espantá una mosca.
Estaba pensando. Vo creé que lo animale porque no hablan no piensan? Son como
lo cristiano: cuidan la cría, acarician lo hijo, lloran cuando matan a la compañera.
Así que vaya a sabé lo que pensaba aquel bicho. Y te voy a decí que cuanto má
grande má pena me da. No sé, lo bichito chico a vece no me gustan, pa qué no
vamo a engañá. Son molesto, como la pulga. Pero eso animale grandote... Un león,
pongo por caso. Un popótamo. Te da cuenta lo triste que debe sé no está nunca má
a la selva, lo que se dice nunca má? A lo grande río, a lo lago?
Se calló.
—Y sabé lo que pasó despué?
—Qué.
—Le hablé.
—A quién?
—A quién iba a sé, sonso: al animal ese, bisonte, qué sé yo.
—Le hablaste?
—Y por qué no? Pero no se movió nada. Claro, capá que no me oía. Maginate, yo
no podía ponerme a gritá desde la verja. A vé si me tomaban por loco.
—Y qué le decías?
—Y, qué sé yo... Cosa... macanita... Bicho, le decía. Bicho. Y nada.
—Y qué podía responder?
—No, natural. Pero al meno que me mirara. Pero nada.
—A lo mejor no te oía.
—Claro, claro. Yo tenía de hablá en vo baja.
Se quedaron en silencio. Después hablaron de otras cosas, pero al final Carlucho
volvió a lo mismo:
—Sabé una cosa?
—Qué.
—Yo podería ser médico. Pero no veterinario.
—Por qué?
309