Apartó suavemente con el pie a Milord, que tenía la maldita costumbre de irse
corriendo siempre hasta ponerse debajo mismo de la pava con agua hirviendo, y
volvió a concentrar su mirada sobre el techito verdoso.
—Y? —insistió Nacho, que más estaba gozando cuanto más tiempo pasaba y más se
hinchaban las venas.
Carlucho se enojó. Nacho tenía miedo cuando se enojaba porque, como el mismo
Carlucho reconocía cuando recobraba la calma, cuando perdía lo estribo era capá de
cualquier cosa.
—Pero vo qué te cré! —gritó, mientras los ojos se ponían brillantes de cólera—. Te
dije que perase un momento. O no te dije que perase? Eh?
Nacho se achicó todo y esperó que pasase la tormenta. Carlucho se levantó y
empezó a acomodar en ángulo recto las revistas, los chocolatines, los atados de
cigarrillos. Todo estaba alineado como un ejército disciplinado y limpio, la menor
irregularidad lo molestaba: no había casi nada que pudiera desagradarle más que
ver algo en "falsa escuadra". Se fue calmando poco a poco, hasta que volvió a
sentarse en la sillita:
—Hay que joderse también con vo. Mirá si hay animale: tigre, leone, lefante,
águila, cóndore, cabra, qué sé yo... pa no hablarte de la sabandija, de la hormiga o
lo piojo, o la propia rata... Hay que joderse. Asegún vo habría que agarrá y resolvé
todo así, de un saque.
Chupó meditativamente el mate y Nacho comprendió que la reflexión estaba
llegando a su fin, por aquella sombra de sonrisa interior que empezaba a esbozarse
en su cara y que él conocía tan bien.
—Si yo tendría de sé animal... —comentó ya casi sonriendo, tanto para alargar el
gusto.
Se levantó, dejó el matecito sobre el cajón que le servía de cocinita y luego, con
mucha calma, volviéndose hacia el chico, le respondió:
—Te voy a sé sincero, pibe: popótamo.
Nacho casi saltó. No estaba sorprendido, estaba casi enojado, porque por un
momento pensó que Carlucho quería tomarle el pelo.
—Pero estás loco? —gritó.
Carlucho lo miró con severidad y su cara adquirió aquella fría calma que precedía a
sus peores explosiones de rabia.
—Qué tienen lo popótamo? —preguntó con voz helada—. Vamo a vé.
Nacho se volvió humilde y quedó callado.
—Vamo a vé. Ahora vo me va a decí qué tienen lo popótamo de malo.
El Milord se había contraído y observaba con las orejas alertas, medio asustado.
Nacho observó a Carlucho con cautela. Cuando Carlucho asumía aquel aire era
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