Carlucho redondeaba nuevas ideas sobre la Misión del Dinero, el Papel de la
Amistad y la Tristeza de la Guerra.
Momento en que en virtud de algún recuerdo o pensamiento suscitado por la
historieta, Nacho, manteniendo la revista abierta en la página que leía, levantando
sus ojos hacia su amigo, dijo "Carlucho" y el gigante de pelo canoso y espaldas de
atleta dijo mecánicamente "lo qué", sin abandonar del todo las ideas que en ese
momento ocupaban su cabeza.
—Pero me oís o no me oís? —casi se quejó el chico.
—Te oigo, Nacho, te oigo.
—Qué animal te gustaría ser?
Otras veces habían discutido sobre tigres y leones. La idea general era más o
menos así: los tigres eran como los gatos, los leones eran como los perros. Qué
gracia: los dos preferían los perros. Pero esta pregunta era más complicada, y
Nacho, que conocía a fondo a Carlucho, no iba a preguntarle algo tan sonso. No,
señor.
—Sí, qué animal te gustaría ser.
No esperaba una respuesta rápida, sabía que Carlucho era justiciero y que no iba a
contestar cualquier cosa para salir del paso. No era cuestión de decir, por ejemplo,
elefante y se acabó. No iba a contestar algo falso o algo que resultara ofensivo para
cualquier clase de animal, pájaro o fiera o lo que fuese. Por lo tanto, la pregunta
era enorme. No en vano Nacho lo había pensado muchas veces, era un proyecto
largamente cavilado.
Carlucho dio una chupada larga al matecito y, como era característico cuando se
concentraba mucho, fijó sus ojos azules en el techo verdoso de aquel mirador que
daba sobre la calle Chiclana, mientras murmuraba para sí mismo "si yo tendría de
ser animal..."
—Sí