Test Drive | Page 30

necesario descartarlo. Por el contrario, más bien debía pensar que Schneider de alguna manera sabía que él iría a Radio Nacional, esperó en la calle hasta que lo viese (o entreviese) y luego entró. Pero para qué? Para atemorizarlo? De nuevo comenzaba su gran duda: quién perseguía a quién? Trató de hacer memoria, pero todo le resultaba confuso. Sí, Mabel se lo había presentado a André Téleki, y Téleki le había presentado a Schneider. Acababa de salir EL TÚNEL, de modo que debía de ser por el 48. En aquel momento no le dio importancia a la pregunta que le hizo sobre Allende: por qué ciego? Parecía una cuestión inocente. —Cornudo y ciego —había comentado con aquella risa grosera. Qué pudo hacer en todos aquellos años, entre el 48 y el 62? No era significativo que reapareciese en el 62, en el momento de aparecer HÉROES Y TUMBAS? En una ciudad infinita pueden pasar años sin ver a un conocido. Por qué lo volvió a encontrar apenas publicada su nueva novela? Trataba de recordar las palabras del reencuentro: sobre Fernando Vidal Olmos. Qué, no respondía nada? —Cómo? Si había hablado mal de Sartre. Sí o no. Beba, con su manía disyuntiva y su eterno whisky en la mano, con sus ojitos inquisitoriales y llameantes. Mal de Sartre? Y quién le había venido con esa idiotez? No recordaba. Alguien. Alguien, alguien! Siempre esos enemigos sin cara. Se pregunta por qué todavía hablaba en público. Hablaba porque quería. Por qué no se dejaba de decir macanas? Hablaba por debilidad, porque se lo pedía un amigo, porque no le gustaba parecer arrogante, porque son pobres muchachos de un ateneo José Ingenieros de Villa Soldati o de Mataderos, que no se puede humillar: esos mucha 6