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miradas de soslayo, que hacía como sin mirar, como si únicamente levantase la vista del libro para pensar, o para ese abandonarse a las corrientes profundas pero vagas a que uno se abandona cuando está leyendo un texto que hace meditar en la propia existencia. Estiraba voluptuosamente las piernas, echaba una desvaída ojeada sobre las otras gentes, pareciendo detenerse un instante en S., para luego recogerse de nuevo en su impenetrable universo gatoserpentoso. Bruno intuyó que una misteriosa sustancia había caído en el fondo de las aguas profundas de su amigo y, desde allá abajo, mientras se disolvía, desprendía miasmas que seguramente lle