impulso.
El
aburrimiento
dominaba
aquella
calurosa
noche
de
agosto.
Personalmente adormecido y angustiado desde hacía más de cuarenta y ocho
horas, en una prolongada caminata la víspera con U., fue creándose un miedo
inexplicable y potente. Los amigos comenzaron a irse y Domínguez, muy
sobreexcitado inició una discusión con E., pero como todo eso era en español, los
demás no comprendíamos gran cosa. Pero de golpe, poniéndose pálido y temblando
de cólera, se precipitaron uno sobre otro con una violencia que no recuerdo haber
visto antes. Con un brusco sentimiento de muerte, me precipité para retener a E.
Entonces S. y U. se lanzaron sobre D., mientras los otros se fueron porque la cosa
se ponía fea. Domínguez logró zafarse y yo tuve apenas el tiempo para verlo, pues
fui lanzado al suelo por un terrible golpe en la cabeza. Los amigos me levantaron y
quisieron llevarme. Tomado por un creciente embotamiento, al mismo tiempo que
mi vista se enturbiaba, pedí que me dejaran volver a mi casa para acostarme. Pero
fui llevado por mis amigos. Sus rostros revelaban terrible dolor y angustia, y no
comprendía nada de lo que pasaba hasta el milésimo de segundo en que, al pasar
delante de un espejo, vi mi c ara ensangrentada y el ojo izquierdo como una enorme
llaga. En ese instante pensé en mi autorretrato, y en aquella confusión de mi mente
la semejanza de la llaga me despertó a la realidad".
Vuelvo al alma que viaja durante el sueño y puede ver cosas del futuro, ya que se
libera del cuerpo, que es lo que en el hombre lo encadena en la prisión del espacio
y del tiempo. Las pesadillas son las visiones de nuestro infierno. Y lo que todos
logramos en el sueño, los místicos y los poetas lo alcanzan mediante el éxtasis y la
imaginación. "Je dis qu'il faut étre voyant, se faire VOYANT". Y en uno de aquellos
éxtasis, mediante ese pavoroso privilegio del artista, Víctor Brauner vio su horrendo
porvenir. Y lo pintó. No siempre las visiones son tan nítidas, y casi siempre
participan del modo enigmático y ambiguo de los sueños. En parte por la índole
oscura de esos territorios del espanto, que tal vez el alma entrevé como a través de
una bruma, por su imperfecta desencarnación, porque no ha logrado desprenderse
del todo del peso de su carne y de sus ataduras al encarnizado presente; en parte
porque el hombre no parece capaz de soportar las crueldades infernales, y nuestro
instinto de vida, los instintos de nuestro cuerpo, que a pesar de todo sostiene con
todas sus fuerzas a ese alma asomada a los abismos, nos preserva con máscaras y
símbolos de sus monstruos y suplicios. Volví al Laboratorio cuando ya era muy
tarde. Goldstein se había ido y Cecilia, que seguramente me había estado
esperando estaba lista para retirarse, ya sin el guardapolvo. Su mirada era
suplicante, con los dolorosísimos ojos de la ídische mame.
—Está bien, Cecilia —le dije—. No es nada. Me duele mucho la cabeza.
Me dejó las medidas y se fue. Ya en la puerta, me preguntó si no quería ir esa
noche a un concierto de órgano en no sé qué iglesia. No, no quería, gracias. La vi
240