Test Drive | Page 240

impulso. El aburrimiento dominaba aquella calurosa noche de agosto. Personalmente adormecido y angustiado desde hacía más de cuarenta y ocho horas, en una prolongada caminata la víspera con U., fue creándose un miedo inexplicable y potente. Los amigos comenzaron a irse y Domínguez, muy sobreexcitado inició una discusión con E., pero como todo eso era en español, los demás no comprendíamos gran cosa. Pero de golpe, poniéndose pálido y temblando de cólera, se precipitaron uno sobre otro con una violencia que no recuerdo haber visto antes. Con un brusco sentimiento de muerte, me precipité para retener a E. Entonces S. y U. se lanzaron sobre D., mientras los otros se fueron porque la cosa se ponía fea. Domínguez logró zafarse y yo tuve apenas el tiempo para verlo, pues fui lanzado al suelo por un terrible golpe en la cabeza. Los amigos me levantaron y quisieron llevarme. Tomado por un creciente embotamiento, al mismo tiempo que mi vista se enturbiaba, pedí que me dejaran volver a mi casa para acostarme. Pero fui llevado por mis amigos. Sus rostros revelaban terrible dolor y angustia, y no comprendía nada de lo que pasaba hasta el milésimo de segundo en que, al pasar delante de un espejo, vi mi c ara ensangrentada y el ojo izquierdo como una enorme llaga. En ese instante pensé en mi autorretrato, y en aquella confusión de mi mente la semejanza de la llaga me despertó a la realidad". Vuelvo al alma que viaja durante el sueño y puede ver cosas del futuro, ya que se libera del cuerpo, que es lo que en el hombre lo encadena en la prisión del espacio y del tiempo. Las pesadillas son las visiones de nuestro infierno. Y lo que todos logramos en el sueño, los místicos y los poetas lo alcanzan mediante el éxtasis y la imaginación. "Je dis qu'il faut étre voyant, se faire VOYANT". Y en uno de aquellos éxtasis, mediante ese pavoroso privilegio del artista, Víctor Brauner vio su horrendo porvenir. Y lo pintó. No siempre las visiones son tan nítidas, y casi siempre participan del modo enigmático y ambiguo de los sueños. En parte por la índole oscura de esos territorios del espanto, que tal vez el alma entrevé como a través de una bruma, por su imperfecta desencarnación, porque no ha logrado desprenderse del todo del peso de su carne y de sus ataduras al encarnizado presente; en parte porque el hombre no parece capaz de soportar las crueldades infernales, y nuestro instinto de vida, los instintos de nuestro cuerpo, que a pesar de todo sostiene con todas sus fuerzas a ese alma asomada a los abismos, nos preserva con máscaras y símbolos de sus monstruos y suplicios. Volví al Laboratorio cuando ya era muy tarde. Goldstein se había ido y Cecilia, que seguramente me había estado esperando estaba lista para retirarse, ya sin el guardapolvo. Su mirada era suplicante, con los dolorosísimos ojos de la ídische mame. —Está bien, Cecilia —le dije—. No es nada. Me duele mucho la cabeza. Me dejó las medidas y se fue. Ya en la puerta, me preguntó si no quería ir esa noche a un concierto de órgano en no sé qué iglesia. No, no quería, gracias. La vi 240