necesario poner este adjetivo entre comillas) del doctor Schneider. El snobismo de
Costa, su germanofilia y su antisemitismo reforzaban o alentaban la enigmática
relación.
CAVILACIONES, UN DIÁLOGO
Volvió a su casa en un estado de honda depresión. Pero no quiso dejarse vencer
tan rápidamente y se propuso llevar a cabo el proyecto con la novela. Pero apenas
abrió los cajones y empezó a hojear sus papeles se preguntó, con irónico
escepticismo, qué novela. Revolvió aquellos centenares de páginas, bocetos,
variantes de bocetos, variantes de variantes: todo contradictorio e incoherente
como su propio espíritu. Decenas de personajes esperaban en aquellos recintos
como esos reptiles que duermen catatónicamente durante las estaciones frías, con
una imperceptible y sigilosa vida latente, prontos para atacar con su veneno en
cuanto el calor los devuelve a la existencia plena.
Y como siempre que hacía esa inspección, terminó en la carpeta de aquella banda
de Calsen Paz. Una vez más quedó absorto ante su rostro dostoievskiano. Qué le
promovía ese sujeto? Recordó momentos similares, entre similares escrutinios y
desalientos, quince años atrás, cuando sintió que esa mirada de intelectual
delincuente le despertaba ambiguos monstruos, que gruñían en la oscuridad y en el
barro. Algo le murmuró entonces que era el negro heraldo de un monarca de las
tinieblas. Y cuando llegó Fernando Vidal Olmos, aquel pequeño criminal de
provincia, terminada al parecer su misión anunciadora, había vuelto a la carpeta de
la que un día salió.
Y ahora qué? Contempló su cara de heladas pasiones y trató de comprender en qué
sentido estaba vinculado con la novela que a tropiezos intentaba construir. A
tropiezos, como siempre le sucedía: todo era confuso en su interior, se hacía y se
deshacía, no le era posible nunca comprender qué quería ni adónde se dirigía. Los
contornos de los personajes se perfilaban poco a poco, a medida que iban saliendo
de la penumbra, cobraban nitidez y luego terminaban por esfumarse, volviendo al
dominio de las sombras de donde habían emergido. Qué quería decir con sus
ficciones? Casi diez años después de haber publicado HÉROES Y TUMBAS lo seguían
interrogando estudiantes, señoras, empleados de ministerios, chicos que hacían
tesis en Michigan o Florencia, mecanógrafas. Y oficiales de marina que al entrar al
Círculo Naval veían ahora con intrigado recelo a ese Ciego con aspecto de caballero
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