Test Drive | Page 231

Me irrité: ya le había dado toda clase de explicaciones. Sí, claro, claro. Pero Citronenbaum era otra clase de persona. Y mirándome a los ojos, agregó con gravedad: —Un genio. Le pregunté si lo vería pronto. Por supuesto. Pero comprendí que al menos por el momento no me sería posible hacer nada más. Anduve unos días por ahí, tratando de ordenar mis ideas, pero no encontraba soluciones. Opté entonces por apartarme un poco de mis obsesiones y empecé a buscar por las librerías del Boulevard Saint-Michel alguna gramática francoalbanesa. Cuando se lo expliqué a Bonasso me miró como si yo estuviera loco. —Castellano-albanesa no hay. Por eso —le dije. Siguió mirándome fijo, tal vez porque un poco se había difundido la idea de que yo no andaba bien de la cabeza. Me eché a reír. —Pero no, viejo, es a causa de mi madre. La mitad de su sangre es albanesa, pero siempre nos dijo que no sabía la lengua. Y yo sé que la sabe. Se quedó sorprendido del origen de mi madre, pero me dijo que eso no le parecía motivo para estudiar una lengua tan inútil. Como estudiar gaélico. —Mirá, siempre me gustaron las lenguas. Quizá en una vida diferente me habría apasionado la lingüística. Pero no es por eso sólo. Es un problema quizá psicológico y familiar. Mi madre odia su origen albanés y a mí me apasiona. No han producido ni un solo inventor, ni un sabio, ni un gran artista. —Peor que los vascos. —Exactamente. Y hacés bien en compararlos con los vascos. —Y entonces, qué mérito les encontrás, aparte de haberte producido? —Un pueblo guerrero, que na die nunca pudo esclavizar. Fijate, son los antiguos ilirios y macedonios, estaban allí antes de que llegaran los helenos. Felipe y Alejandro de Macedonia eran albaneses y muy probablemente Aristóteles: ya ves que tan brutos no eran. Pero no es eso lo que me fascina, es su coraje. Conocés la historia del Príncipe Skanderbeg? Bonasso, que por aquel tiempo andaba siempre con la ESTÉTICA de Croce debajo del brazo, me dijo que tenía cosas más importantes que leer. —El Príncipe Jorge Castriota, llamado Skanderbeg, mantuvo a raya durante un cuarto de siglo a los ejércitos turcos en los Balkanes. Gracias a él subsistió la república de Venecia y quizá todo el Occidente. —Bueno, viejo, pero ésa no es una razón para que ahora vos andés buscando una gramática franco-albanesa. —No es por eso, ya te dije que es por mi madre. Siempre me apasionó la historia de los albaneses y el odio que les tiene mi madre. La he tratado de convencer, pero es inútil. Es por el padre. 231